Pier Luigi Pizzi recupera la ópera barroca 'Celos, aun del aire matan'

Pier Luigi Pizzi es un italiano elegante al que le han encargado entrar y salir de un laberinto calderoniano. Lo va haciendo con el oficio del que lleva casi 50 años dedicados a la escena. A partir de mañana, este escenógrafo y músico milanés llevará de la mano al público que acuda a las nueve representaciones de Celos, aun del aire matan, la ópera barroca recuperada con música de Juan Hidalgo (1614-1685) y libreto de Calderón de la Barca (1600-1681), que abre esta temporada del Teatro Real de Madrid.

Laberinto

Luce barba discreta y cabeza despejada de pelo en punta blanco. Se hace entender en español con la ayuda de la vitamina C que contiene un zumo de naranja amargo suavizado con un poco de azúcar y que hace juego con el tono de su corbata llamativa, también naranja. Pier Luigi Pizzi habla con calma y sabe lo que dice. Este arquitecto, figurinista, director de escena y músico hace palpables las huellas de una carrera curtida, que dio comienzo en 1951 y prosigue 49 años después sin negarse a aceptar retos como sacar del cajón y quitarle polvo a esta ópera de Hidalgo y Calderón: "Es una obra maravillosa, muy bien escrita, en la que hay que poner un empeño especial en contarla al público porque tiene un lenguaje poético muy bello pero de la época barroca, es decir, un tanto complicada para la comprensión inmediata". Por eso, también, los vericuetos de palabrejas que Calderón escribió para la música de Hidalgo se podrán seguir con subtítulos en todo momento.Celos, aun del aire matan cuenta una historia de amor ambientada en escenarios fantásticos con dioses, ninfas y querubines llenos de altas y bajas pasiones, dividida no en tres actos, sino en tres jornadas. Puro estilo barroco al que dan forma la orquesta Grande Ecurie et La Chambre du Roy, dirigida por Jean Claude Malgoire, el Coro de la Orquesta Sinfónica de Madrid y los cantantes Ángeles Blancas, Giuseppe Filianoti, Darina Takova o Juanita Lascarro, que pondrán en función esta nueva versión que sobrepasa las tres horas pero no llega al rastro de la original, que solía representarse al aire libre y duraba más de siete. "Hoy no podríamos poner en marcha la versión completa, poca gente lo resistiría porque la cultura se ha convertido en un pretexto para encuentros sociales. Ya no es un fin en sí misma", ataca Pizzi con la elegancia del altivo gatopardo que araña suave, pero certero.

"Me gusta esa mezcla que tiene típica de la época entre tragedia y comedia, a mí me parece un auténtico laberinto en el que yo, como director de escena, debo encontrar la llave para que el público entre y para que salga", afirma Pizzi. Es uno de los grandes secretos que debe desvelar este hombre de ópera y teatro experto en el barroco -son famosos sus montajes de obras de Haendel o Monteverdi-, que también ha probado otras salsas y ha mojado en los platos de Richard Strauss, Benjamin Britten, Verdi y principalmente Rossini.En Celos..., Pizzi ve un auténtico compendio de elementos barrocos: "Hay teatro de la maravilla, pero también hay un texto muy rico que le da sentido, y una mezcla de realismo y grandeza que para mí es lo que define la época", cuenta. "Como por ejemplo esas aspiraciones fantasiosas de los señores y los pies pegados en la tierra de los campesinos, Don Quijote y Sancho, en resumen".

Su obsesión ha sido ayudar con imágenes cristalinas la comprensión de un texto duro. "Darle continuidad al espectáculo, la música y la dramaturgia", cuenta. Prepararlo con la exactitud de un reloj suizo, para que atrape al público. A ello ha contribuido bien la maquinaria del teatro, "una de las más sofisticadas del mundo", según Pizzi.