Víctor Puerto, torero
Después del timo del sábado, el toreo verdadero se hizo presente en la Maestranza gracias a un torero transfigurado que se llama Víctor Puerto. No pudo salir por la Puerta del Príncipe, pero ha firmado en Sevilla una faena emocionantísima premiada justamente con las dos orejas, ante un toro manso, encastado y difícil al que le hizo frente como un auténtico héroe desde que apareció por la puerta de chiqueros.Tras un éxito fulgurante al comienzo de su carrera, Puerto cayó en un serio bache debido fundamentalmente a su toreo vulgar y falto de personalidad. Por lo visto ayer, sin ninguna duda, es otro hombre porque en Sevilla se ha presentado como un torero valiente, seguro, arrollador y, al mismo tiempo, inspirado y artista. Comenzó con un ajustado quite por chicuelinas en el primer toro de Mora y dejó claro que venía a por todas. Después, se la jugó sin cuento ante su primero, un toro astifino como todos, manso, áspero y encastado que requería una muleta con un mando extraordinario. Puerto le plantó cara con unos estatuarios, pases por bajo y un ligado pase de pecho que puso la plaza en pie.
Gavira / Mora, Puerto, Dávila
Toros de Gavira, bien presentados, astifinos, blandos, sosos y molestos en el tercio final; 2º, manso y encastado.Juan Mora: bajonazo (palmas); pinchazo y estocada trasera (silencio). Víctor Puerto: estocada (dos orejas); dos pinchazos -aviso-, y descabello (ovación). Eduardo Dávila Miura: pinchazo y estocada tendida (ovación); bajonazo (ovación). Plaza de la Maestranza, 24 de septiembre. 2ª y última corrida de la feria de San Miguel. Algo más de media entrada.
A partir de ahí, toda su labor fue una lección de exquisita torería, de valentía y de seguridad. Plantó las zapatillas en la arena, desafió los astifinos pitones y se los hizo pasar una y otra vez rozando la taleguilla en dos tandas con la derecha que no resultaron limpias pero sí emocionantes. Con la muleta en la izquierda quedó claro quien tenía el dominio de la situación y la profundidad de su toreo. Aguantó hasta la temeridad, se cruzó como lo hacen las auténticas figuras y trazó naturales largos y profundos. Con la plaza entusiasmada, se volcó sobre el morrillo del animal y consiguió una estocada de efectos rápidos y el merecido premio de las dos orejas. Volvió a intentarlo en el quinto, pero un animal soso y parado le cerró la puerta de la gloria. No obstante, volvió a torear como los ángeles por verónicas y chicuelinas y consiguió algunos naturales hondos tras jugarse el tipo en los pitones de su oponente. Puerto ha sido la imagen del pundonor, de la gallardía, de la entrega y de la heroicidad artística. Puerto ha devuelto, por una tarde, la credibilidad a una fiesta que los artistas y responsables habían tirado por los suelos.
Junto a la figura temperamental del triunfador, su compañero Mora parecía un torero tan de vuelta de todo que se limitó a estar aseado; ni bien ni mal. Conoce el oficio, pero se quedó a medio gas y optó por ser un profesional en lugar de un héroe. Sus toros plantearon problemas, el torero lo intentó sin mucha decisión, se justificó, los mató y se marchó sin pena ni gloria.
Tampoco lo tuvo fácil Dávila Miura, sustituo de Rivera Ordóñez, que también había remitido un parte médico con una dolencia de última hora. Lo mejor fue el tercio de banderillas ante el primer toro que protagonizó su cuadrilla: Juan Montiel, un prodigio en la lidia, y Carmelo García y Juan Currín, con los palos. La plaza les tributó una larguísima ovación. Dávila estuvo valiente y sorteó las dificultades de su lote sin conseguir el lucimiento que buscó con ardor.
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