Del paleolítico al caserío del XIX
El Ecomuseo de Artea presenta la vida cotidiana en un caserío del siglo pasado y un recorrido por la Prehistoria
Cuevas paleolíticas
Hay museos que son fruto de la pasión de una o varias personas que desde su interés por una materia concreta han creado una colección susceptible de llegar al conocimiento del público. No se trata de grandes montajes respaldados por inversiones mutimillonarias, pero tienen el encanto del trabajo diario, cotidiano, de quien ha ido recopilando materiales a lo largo de los años. Así ha sido la labor de Javier Zumalde, vecino de Amorebieta, y alma mater del Ecomuseo del Caserío Vasco de Artea, que tiene su prolongación (o su visita previa) en el recorrido por la historia del poblado vasco, desde el Paleolítico a la Edad de Bronce.La idea está relacionada directamente con un establecimiento hotelero, al estilo de muchos otros pequeños museos locales del resto de Europa. En la planta baja de un caserío restaurado de bella factura están ubicados el bar y el restaurante, mientras que en el piso superior y en los jardines se presenta el itinerario museístico, cuya disposición está relacionada con la conservación de los materiales.
Dentro del edificio, bajo un envigado digno de visita por sí solo, se ubica un recorrido por las distintas dependencias y las costumbres que caracterizan un caserío del siglo XIX, auténtico espacio de vida y trabajo de la familia vasca. Para comenzar, la cocina, donde se desarrollaba la mayor parte de la vida diaria de sus habitantes, alrededor del fuego bajo y del txitxiku, especie de escaño corrido con amplio respaldo y mesa adosada que hacía las veces de comedor y parapeto para corrientes que llegaban del exterior.
La recreación de estos espacios (además de la cocina, el dormitorio o los talleres) trata de introducir el mayor número de elementos, para que la fidelidad con el ambiente pretendido sea la máxima. Ahí está la labor de los promotores del museo, que han recuperado objetos de caseríos de todo el territorio vasco, con preferencia por Arratia e Iparralde.
Entre los utensilios seleccionados se observan, ya desde el comienzo del itinerario, algunas curiosidades, como un calientaplanchas, que también se utilizaba como estufa y pequeña cocina, o la cuidada colección de herramientas de carpintería, con los correspondientes barrenos, tronchas, sierras y cepillos.
La vida en el caserío era prácticamente autosuficiente y cerrada en torno a este edificio y sus terrenos. De ahí que todo tipo de problemas cotidianos se tuvieran que resolver prácticamente sin ayuda exterior. Sólo se solicitaba el servicio de escasos especialistas y en ocasiones muy contadas.
Uno de éstos era el ferrón, competencia directa del casero en la utilización de los montes, pero al que tenía que acudir sin remedio el baserritarra para la compra de herramientas con las que trabajar las tierras.
En esa contradicción hay que ver, por ejemplo, la extensa colección de layas (especie de horca de hierro utilizada para labrar la tierra) con las que la familia al completo, ya que cada individuo sólo puede emplear dos, preparaba el terreno del caserío, mucha veces inclinado, para la siembra.
Pero además de todo este paseo por la vida diaria de esta típica unidad familiar vasca caracterizada por su indivisibilidad (ya que la herencia era, y es, por mayorazgo), el Ecomuseo se completa con una recreación de la vida desde el Paleolítico hasta la Edad de Bronce. La conexión entre este periodo de la prehistoria con la vida en el caserío (esa edad de hierro que estará representada por un molino y una ferrería) se podrá ver en breve, una vez que se haya puesto en marcha este equipamiento.De momento, con la recreación de una escena de caza de un mamut por una tribu de hombres de cromagnon, el visitante puede disfrutar de la vida en las cuevas del Paleolítico. La gruta está representada al detalle, con los tres espacios en los que dividían la cueva sus habitantes: el de la vida cotidiana, a la entrada; el mágico-religioso-artístico, en una gran sala del interior; y el funerario, en un pequeño habitáculo paralelo al anterior.
Desde aquí, el recorrido continúa en busca de la Edad de Bronce, con distintas recreaciones de los hábitats humanos de aquella época, y algunas piezas originales de sus armas y utensilios.
A la espera de que se complete el Ecomuseo de Artea, la visita deja en el interesado la satisfacción por disfrutar con el trabajo impagable realizado por un grupo de amantes de la etnografía y la historia de lo cotidiano.
El piso dedicado a la etnografía del Ecomuseo de Artea está organizado en torno a su pieza más importante y valiosa: la prensa de barra, con la que se hacía la sidra, y que era el objeto madre alrededor del que se vivía en el caserío que contaba con ella. De unas dimensiones más que considerables, la prensa estaba unida a la viga central de la casa y -aunque no sea éste el caso- recorría los dos pisos del edificio, con el husillo en la planta baja, y el resto del mecanismo en la superior. Hay también otros objetos interesantes; menos espectaculares, eso sí. Por ejemplo, un caballito hecho con un tronco inclinado y los cuernos de un carnero, o un antiguo telar de lino, cuyo uso se ha prolongado desde la Edad de Bronce hasta hace un siglo sin que apenas haya cambiado su mecanismo.Dirección: Herriko plaza, 1. Teléfono: 94 6317086.Horario: de martes a viernes, de 10 a 18 horas; sábados, domingos y festivos, de 10 a 20 horas; lunes, cerrado. Hay visitas guiadas que hay que concertar previamente.
Entrada: 300 pesetas; grupos: 200 pesetas (si la visita guiada incluye el paseo por el Poblado Vasco, el precio asciende a 400 pesetas).
Fecha de inauguración: septiembre de 1997, a partir de los materiales recopilados por Javier Zumalde.
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