Ensayo general de bloqueo en Mérida
Transportistas y agricultores colapsan con sus vehículos varias calles de la capital extremeña durante cuatro horas
Las protestas remiten ahora en Reino Unido y Bélgica, pero los agricultores y transportistas españoles han aprendido la enseñanza y ayer, una decena de organizaciones escenificaron una de las acciones que han dado éxito a sus colegas europeos en su lucha por compensaciones económicas ante la subida del precio del gasóleo: el bloqueo del tráfico en los accesos de una ciudad; eligieron Mérida, capital extremeña y escenario habitual de espectáculos de teatro clásico, para el ensayo general."¡Qué pifostio hemos montado!". Los desaforados gritos de entusiasmo de un militante de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) apenas se oían por encima de las bocinas de tractores, camiones, autobuses y ambulancias que, a las 11.30, colapsaban la rotonda en la que confluyen la N-V y la N-630, en la entrada oeste al centro urbano de Mérida. La escena no era tan espectacular como la que han mostrado estos días los informativos en las inmediaciones de Bruselas o de las principales ciudades británicas. Aun así, el medio centenar de grandes vehículos que consiguió reunir la Plataforma de Consumidores de Carburantes se bastaba para provocar inmensos dolores de cabeza a los responsables del tráfico de la ciudad.
Los primeros en llegar a la rotonda, punto de encuentro de la protesta, fueron los agricultores de UPA y de la Unión de Campesinos Extremeños, junto a una corta delegación de UGT. La infantería, que había sido transportada en autobuses desde diversas localidades de las vegas altas y bajas del Guadiana y de la comarca de Tierra de Barros, se agolpó en una esquina del cruce. Allí, el empleado de una minigasolinera optó por hacerse invisible y cerrar discretamente el negocio, mientras a su alrededor se multiplicaban comentarios poco amables con las grandes petroleras.
La caballería mecanizada empezó a hacer acto de presencia a las 10.30. Tractores, camiones, ambulancias y autobuses se habían reunido en cuatro pueblos cercanos a la capital extremeña (Aljucén, Trujillanos, Torremegía y Arroyo de San Serván) y se acercaron al trantán por la N-V y la N-630 al punto de encuentro. La cuádruple comitiva, flanqueada por agentes de la Guardia Civil, dejó un carril libre para el tráfico hasta que se unió en la rotonda oeste.
"Extremadura contra la subida de los carburantes". La pancarta que guiaba la protesta hacia el centro de Mérida echó a andar a media mañana. Para entonces, en las calles hacia el puente Lusitania, no circulaban ya turismos. "Si el Gobierno hace de esto un acto de tozudez, se pueden equivocar", aseguró una y otra vez a los medios de comunicación Fernando Moraleda, secretario general de UPA. Más atrás, más quejas contra la posición del Ejecutivo de José María Aznar. "El año pasado, el combustible para un transportista podía salirle por 1.250.000 pesetas, éste va a superar el millón y medio, así no podemos seguir", se lamentaba Mario Aza, de la Asociación Gremial de Transportistas.
Los más vituperados fueron los presidentes de las petroleras y el vicepresidente económico, Rodrigo Rato. "Va y nos dice que echemos menos gasoil; ¿Así como vamos a sacar el camión? Lo que tenía que hacer él es dar ejemplo y dejar el coche oficial", pidió Luis Serrano, un camionero pacense. La marcha giraba ya hacia el puente Lusitana, sobre un verdoso Guadiana, y con el sol en todo lo alto.
En la entrada del puente, la protesta estuvo a punto de desbordarse. El jefe superior de Policía en Extremadura, Julián Martínez recordó, a pie de obra, el acuerdo entre los convocantes y el delegado del Gobierno, Óscar Baselga: sólo diez vehículos podrían acompañar a los manifestantes al otro lado del puente.
"¡Qué somos más, compañeros, dadle para adelante, que somos más!", se oyó tras la pancarta. Por un momento, Martínez y sus hombres (apenas dos furgonetas en el lugar) se vieron encima la comitiva de tractores, autobuses y ambulancias; al final, tras los oficios de los líderes sindicales, se cumplió el acuerdo, no sin el enfado de Moraleda por la "provocación" de algunos agentes.
"Es sólo el inicio, esto se va a extender como una mancha de aceite", avisó Lorenzo Ramos, de UGT, en el acto final. Eran las tres de la tarde, y poco más de un millar de manifestantes, sofocados por el calor, evocaban el fantasma de un país colapsado por camiones y tractores.
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