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Tribuna:
Tribuna
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Enhorabuena y gratitud

"Se ve bien teniendoel ojo lleno

de lo que se mira".

E. Chillida, Preguntas

Al inaugurarse hoy el Chillida Leku, muchas personas e instituciones deseamos expresarte, desde lo íntimo de nuestro espíritu, la felicitación más cordial y el agradecimiento más profundo. Inabarcable es, como el mar, lo que nos has regalado y lo que tu museo impar nos brinda a las personas que aquí y en todo el mundo te conocemos y te apreciamos.

Aquí, donde están tus raíces, has permanecido y encontramos tu figura y tu presencia, en terminología de san Juan de la Cruz, el poeta místico que nos citas sin cesar.

Entre los múltiples sentimientos que brotan ahora en mi corazón, quiero espumar al menos tres: la gratitud desde la Universidad, la admiración axiológica de tu valor "religión-arte" y mi discipular seguimiento de tu compromiso por la "justicia fraternal creadora de la paz".

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Como universitario, recuerdo con admiración tu ciclópeo quehacer y logro en favor de la Universidad en general y de la Universidad del País Vasco en particular. Ya el año 1977, llamado por un grupo de amigos académicos, viniste gustoso a un encuentro con varios profesores y el entonces secretario de Estado de Universidades, Manuel Cobo del Rosal. Insististe con sólidos argumentos en favor de la autonomía para nuestra alma mater. Los que participamos en aquella reunión, nos acordamos particularmente de tu inteligente empeño académico.

Tú nos obsequiaste el emblema universitario que nos identifica, con el lema por ti elegido, "Eman ta zabal zazu" ("Crea y prodiga los frutos"). Después, el emblema para el Centro Internacional de Investigación sobre la Delincuencia, la Marginalidad y las Relaciones Sociales, con dos manos que albergan, entienden y atienden a las víctimas, y tu frontispicio latino: "Universitas alteritatis et fraternitatis, Santi Sebastiani". (Cuando escribías el vocablo fraternitatis, fraternidad, me pareció que cogías la pluma con mayor emoción. Quizás te acordabas de tu árbol de acero Zuhaitz , dedicado a la fraternidad, en el aniversario de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, por encargo del presidente Mitterrand). Después, el emblema para los Cursos de Verano...

Nos honra que hayas aceptado la medalla de oro de nuestra Universidad y el nombramiento de miembro de honor del Instituto Vasco de Criminología. No menos nos enorgullece que te hayan concedido la medalla de oro de San Sebastián y tantas distinciones honoríficas nacionales e internacionales.

Entre otras múltiples dedicaciones tuyas a lo universitario, debemos agradecerte también tu deseo de que se estudie, investigue y divulgue la personalidad de Pío Baroja, a quien desde joven admiras. Cuando se empezó a gestionar la creación de la Asociación de Amigos de don Pío, desde el primer momento diste tu nombre. Los planes concretos y generosos que presentó su sobrino, don Julio Caro Baroja, no alcanzaron el fin programado. Encontraron dificultades insalvables en instituciones y personas políticas de cuyo nombre no quiero acordarme.

Dada mi condición personal de jesuita, me agrada subrayar tu relevancia y generosidad en el misterio-valor de la religión-arte. Lo testimonian con elocuencia tus cuatro puertas del santuario de Aránzazu, tu cruz de alabastro sobre la pila bautismal de la basílica de Santa María y la más reciente en la entrada de la catedral donostiarra; tus diversas cruces y tu "buen ladrón" en el Museo del Vaticano; tu estela ubicada hace pocos meses ante la basílica de Loyola. Esa estela ignaciana quizás alguien lo denomine Casa del Santo, si le evoca tu Casa del Poeta (1991), si le trae a la memoria el intress, inscape del poeta J. M. Hopkins, SJ. ¿Es que median diferencias entre el santo y el poeta?

Tus creaciones son materia sacramental -como El medio divino, de Teilhard de Chardin- que vela y desvela lo escatológico, lo que elogia el horizonte. "Signos de los tiempos espirituales", signos de la mística en las cantatas de Juan Sebastián Bach.

No cabe olvidar tu magnánima aportación -tu numinosa portada- para el libro homenaje a Ignacio de Loyola Magister artium en París, en el cuarto centenario de su nacimiento, que destaca la multisecular relación entre la Compañía de Jesús y las Universidades en todo el mundo.

Permíteme ahora citar el regalo de tu altar para la iglesia jesuítica de Sankt Peter, en Colonia, y la exposición de muchos de tus mensajes sacros en papel, piedra, tierra chamota, porcelanas, óxidos, gravitaciones..., que recreaban aquel templo, con ocasión de tu septuagésimo aniversario, enero de 1994. Allí, contigo y con tu inseparable Pili y algunos de tus hijos, oficié la eucaristía, vistiendo tu casulla, tan elogiada, de la cruz en el vacío. Con esa misma casulla celebramos la misa, el 28 del pasado mes de julio, en acción de gracias por los cincuenta años de tu matrimonio. Durante el ofertorio escuchamos emocionados que nos preguntabas: "Los ojos para mirar, / los ojos para reír, / los ojos para llorar. / ¿Valdrán también para ver?". Ese mismo día consagramos-bendijimos, más que formalmente, tu templo de la música, el epicentro de Zabalaga.

Como catedrático de Derecho Penal, me aleccionan tus constantes declaraciones por la abolición de la pena de muerte, desde hace ya varios decenios, cuando manifestar esa convicción acarreaba ciertos inconvenientes. Una vez más, fuiste pionero valiente. También rememoro tu defensa y promoción de los derechos fundamentales, empezando por el derecho a la vida, la libertad y la paz. No menos tu participación en las manifestaciones por la paz. Y especialmente tu mensaje a través de más de veinte emisoras, a las 12.38, todos los días, desde el 8 de mayo de 1995 hasta el 14 de abril de 1996, día de la liberación de José María Aldaya. Tu voz nos insistía en euskera y castellano: "Soy Eduardo Chillida. Petición a ETA. Demostrarnos que sois capaces de hacer una buena acción. Soltar a Aldaya. Hacer feliz a su familia y colaborar para buscar la paz para todos. Sé que mi petición es difícil, pero yo quiero creer en los hombres". Después de tu súplica se emitía la canción de Estitxu Robles-Arangiz, cuyo texto llama a la paloma de la paz y le pide que traiga en sus alas la justicia -sí, la justicia, el valor más fundamental, pero quizás el más ignorado-, la verdad, el amor y la paz.

Termino por donde he querido empezar. A vosotros, Pili y Eduardo, a vuestros ocho hijos, a vuestros 25 nietos: "Bihotz bihotzetik. Ezkarrik asko!". Desde hoy en adelante, todos los que visitemos este museo -espacio que eleva, deleita e interroga- veremos mejor. Sí, porque tendremos los ojos llenos de tus obras, llenos de tu Chillida-leku, llenos de tu bondad... ilimitada y profunda, como el aire.

Antonio Beristain, SJ, es catedrático emérito de la Universidad del País Vasco.

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