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La venganza de Peggy Salinger

La hija del autor de 'El guardián entre el centeno' publica sus memorias

De tal palo tal astilla. Y, en este caso, la astilla es afilada e hiriente. La hija de J. D. Salinger, el célebre autor de El guardián entre el centeno, que se apartó totalmente del mundo hace décadas tratando de preservar al máximo su intimidad, acaba de publicar en Estados Unidos un libro con las memorias que guarda de su padre. Dream Catcher -un título que juega con el original de la obra más conocida de su padre, The catcher in the rye- tiene muchos de los elementos con los que se fabrica una novela: personajes muy perfilados, una atmósfera cargada de sexo, soledad y muerte pero, sobre todo, extrañas costumbres. Muy extrañas.En el libro, Margaret A. Salinger (conocida como Peggy) subraya la conocida debilidad del escritor por las jovencitas (ahora vive recluido con su tercera esposa, medio siglo más joven que él), sus arrebatos violentos, úna época en la que bebía orina y sus coqueteos con distintas religiones como la cienciología, el hinduismo, el zen y el yoga.

El matrimonio del escritor con Claire, la madre de Peggy, duró casi una década. A partir de su primer embarazo, Salinger empezó a rechazar violentamente a su mujer y llegó a decir que la aborrecía. La convirtió en prisionera en su propia casa y no recibió a ningún visitante durante su embarazo. Claire cayó en tal desesperación que llegó a pensar en el suicidio y en matar a sus dos hijos. En otro momento tuvo la intención de incendiar el lugar donde vivían. Al final prefirió abandonar a su esposo.

Había zonas de la casa vedadas a los hijos, como su armario y su cuarto de baño. El estudio y el dormitorio permanecían cerrados con llave. No permitía que se escuchara en la casa ningún tipo de música, salvo cuando él silbaba o canturreaba. Tampoco sentía inclinación por otro tipo de arte que no fuera el que él producía. "Hay algo monstruoso en los seres humanos que se creen dioses", comenta la hija.

Peggy piensa que Salinger amaba mucho más a sus personajes de ficción que a sus propios hijos. "A diferencia de mí", dice en una entrevista para el Washington Post, "sus personajes infantiles, mis dobles en la ficción, eran espíritus puros, perfectos, impolutos, un reflejo de lo que mi padre deseaba".

Dream Catcher habla de la infancia del escritor, hijo de un judío y una católica, de su educación y su experiencia como soldado durante la segunda guerra mundial. Arrestó a varios miembros del partido nazi, entre ellos a una llamada Sylvia, con la que después se casó. "Sylvia odiaba a los judíos tanto como a los nazis", dice Peggy.

No se sabe mucho del pasado de Salinger. Él se encargó siempre de que fuera así. Hace dos años una ex amante suya, Joyce Maynard, publicó un libro con sus recuerdos del escritor, At home with the world. Coincide en muchos puntos con el libro de su hija. La biografía no autorizada que escribió Ian Hamilton, In search of JD Salinger, tropezó con enormes dificultades por haber citado fragmentos de las cartas del escritor. Salinger lo llevó a los tribunales y ganó el juicio.

Margaret A. Salinger tiene ahora 44 años, está casada con un ex cantante de ópera y se dedica a su hogar, a su hijo y forma parte de un coro. Hace dos años que dejó de hablar con su padre, que cortó la relación al enterarse de que ella estaba escribiendo estas memorias. Lo último que se sabe del escritor, que no publica una obra relevante desde 1965, es que vive en Cornish (New Hampshire), que está sordo y que escribe, pero sólo permitirá que se publiquen sus obras después de que muera.

La crítica no ha recibido bien la obra de la hija del enigmático autor de 81 años. Afilado como el colmillo de una serpiente, titula el crítico de The Washington Post su comentario sobre el libro. Piensa que es una obra inoportuna, autoindulgente con la autora y que invade groseramente la elegida privacidad de Salinger hasta extremos desleales. Según él, quedan en evidencia los deseos de explotación de esa figura, con la que sólo convivió hasta los doce años. Un acto de venganza y traición.

Peggy Salinger se defiende y afirma que quiere romper el cerco que ha impuesto su padre a su privacidad para liberarse de sus reglas. "Respeto y defiendo la intimidad, pero no el secretismo enfermizo", afirma.

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