Sin coches
Se va a celebrar el Día Europeo sin Coches y a este servidor le parece una chorrada.El lema aún le parece más tonto: "La ciudad sin mi coche". Es como el enunciado de las redacciones que nos ponían en el colegio de pequeños.
Algo hay de infantilismo. El Día Europeo sin Coches pretende, al parecer, despabilar a los ciudadanos, que son obtusos y, por tanto, incapaces de concebir una ciudad distinta de la ruidosa, contaminada y espesa que padecen. Y lo que se va a hacer es obligarles a conocer, aunque sea por un solo día, la ciudad peatonal con un mínimo tráfico a motor. Y podrá entonces comprobar el ciudadano cateto que es más limpia, silenciosa, amable y ecológica.
Los impulsores del Día sin Coches deben creer, efectivamente, que la ciudadanía es tonta y necesita ver la ciudad sin coches para entender lo que sería una ciudad sin coches. No es el primer caso, por supuesto. Los muñidores de la opinión pública justifican sus campañas sobre la base de que la gente es boba, inadvertida e inculta y no se entera; y necesita, por tanto, que le enseñen (aún no se atreven a decir que le impongan) las debidas pautas de comportamiento; es decir, una adecuada guía espiritual.
Muchas ciudades, y Madrid en los puestos de cabeza de ellas, tienen una circulación insoportable, cabe decir caótica, que requiere urgentes y, quizá, también drásticas medidas para solucionar esta situación. Los especialistas dirán cuáles y los políticos deben proponerlas o arbitrarlas, que para eso están.
Todos los ciudadanos son conscientes del problema, principalmente porque lo padecen, y no necesitan, por tanto, ir un día en transporte público o andar de peatón forzoso para darse cuenta y caer en trance como pretenden los promotores del Día sin Coches.
Antes al contrario, el Día sin Coches quizá les haga reflexionar acerca de quién se beneficia con este montaje. Pues como siempre que se organizan jornadas simbólicas revestidas de modernidad e intelectualidad, salen a escena los políticos apuntándose el tanto, los trepas apuntándose a un bombardeo, los especialistas en protagonizar lo políticamente correcto para lucimiento personal y luego sacar tajada; pendientes como un solo hombre de la televisión y pegándose por chupar cámara.
Y así habremos de ver al alcalde Álvarez del Manzano dirigiéndose a pie a la Casa de la Villa y saludando con la manita; al presidente de la Comunidad, Ruiz-Gallardón, precipitándose a Sol como un loco en patinete; a los líderes de la oposición llegando a las sedes de sus respectivos partidos en bicicleta; a los presidentes de los bancos y altos miembros de la patronal haciendo footing y también, por el mismo precio, el ridículo; a ciudadanos de a pie cumpliendo exactamente esta definición por una vez en su vida, y calles vacías, libres de los cotidianos atascos; aparcamientos públicos y privados con telarañas.
Todo ello, visto por televisión, para gozo de sus protagonistas y alegría de la huerta, con lo cual el día de "La ciudad sin mi coche" será un éxito. Pero ¿y qué? Pues vendrá el día siguiente y todo seguirá igual salvo -naturalmente- la baza política ganada por sus convocantes, y los que tienen afán de protagonismo, el gusto de haber salido por televisión.
Grupos municipales de la oposición, sindicatos y la Federación de Asociaciones de Vecinos de Madrid, partidarios del Día sin Coches, han manifestado su temor de que el equipo de Gobierno esté preparando un "fracaso controlado" de esta jornada. El equipo de Gobierno, sin embargo, asegura que evaluará las consecuencias del Día sin Coches sobre la opinión pública, el tráfico y el medio ambiente. Y ya ha arbitrado medios para que la jornada sea un éxito.
He aquí alguno de esos medios: distribución de 1,5 millones de dípticos, 400 carteles publicitarios en marquesinas de autobuses y mobiliario urbano, anuncios en 50 autobuses, informaciones en 5.000 portales y establecimientos, remisión por correo de itinerarios de transporte público, azafatas que asesorarán por las calles sobre líneas de autobús y metro, globos aerostáticos con leyendas acerca del evento... En fin, una monumental chorrada. Que además va a costar un congo. Pero no importa: pagamos los madrileños.
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