Bilbao, antes y después
La sala de la Fundación BBK, en la calle Elcano, inauguró durante la Semana Grande de Bilbao, a palo seco (sin un triste aperitivo), la exposición Itzulerak-Retornos. Me gusta esta manera de hacer, no confundir el arte con la juerga; pero combinar la cultura gastronómica con la plástica, sobre todo en algunas fechas, nunca está de más y estimula comentarios atrevidos. Pero, refiriéndonos a las imágenes, hay que decir que merecen un encomiable aplauso. Además se van a poder contemplar hasta finales de septiembre, algo poco habitual en este espacio donde lo más frecuente es descolgar en dos semanas.Las fotografías se presentan por parejas. Unas hechas a principio de siglo, otras esta última primavera, repitiendo el encuadre. Así, sobre estos dos planos distantes en el tiempo se constata los cambios y transformaciones que han sufrido algunos rincones emblemáticos de la Villa fundada por don Diego López de Haro. Es un trabajo de varios autores. Ramón Esparza (Pamplona, 1954), en su función de comisario, buscó las postales que realizaron décadas atrás los catalanes Josep Thomas y Lucien Roisin. Volver a encontrar los puntos de vista, volver a repetir la toma, volver a utilizar un formato de placa similar, le correspondió a Carlos Canovas (Hellín, 1951), sin duda el peso más fuerte de toda la operación.
Este fotógrafo nacido en la provincia de Albacete llegó a Navarra el mismo año de su nacimiento. Después de algunas intentonas en el cine, se interesó por la fotografía a los veinte años. La llama estaba latente desde su niñez; con seis años su padre le metió en el sencillo cuarto oscuro donde positivaba sus negativos de aficionado. Allí, las luces tenues y el revelado de la imagen le resultó un proceso cargado de magia que siempre ha guardado en su memoria. Puesta la semilla, la germinación fue lenta pero robusta. Así lo atestiguan artículos, publicaciones y exposiciones de este autor cuya obra recorre el mundo entero y su fotografía refleja un pensamiento profundo. El trabajo que presenta, tal como se menciona en el catálogo, se emparenta con las refotografías del americano Mark Klett hechas en la década de los años setenta. Un familiar más cercano surge en el libro Bilbao en imágenes publicado en 1993 por la propia institución que patrocina la exposición.
Pero abstrayendonos de estos parentescos más o menos acertados, ocupar el mismo lugar desde donde se realizaron unas tomas fotográficas años antes debe ser cuando menos emocionante. Es labor para navegantes de altura que saben calcular con precisión la longitud y latitud del punto donde se encuentra el tesoro visual escondido. Ahora, después de localizar aquellas coordenadas, han recuperado un paisaje urbano remodelado para compararlo con lo que fue anteriormente. Con ello nos sitúan en un magnifico vaivén de emociones encontradas. Un espacio donde la nostalgia tropieza con el júbilo del presente y se adorna con ribetes de humor y de ironía. Son una treintena de postales las que se han duplicado. En la comparación comprobamos que algunos de los que fueron parajes o edificios representativos de la ciudad hoy han dejado de serlo; sin embargo, otros siguen guardando su interés. La iglesia de San Antón deja constatar con el paso del tiempo el extraño giro que ha sufrido la efigie que corona su torre. En el barrio de La Peña el espacio ocupado por el río se ha convertido en un parque. El puente de Santa Ana de Bolueta desaparece oculto por la hojarasca y el lugar solo deja como referencia la cima de una vieja chimenea de ladrillo. Aquel pintoresco Mercado de la Ribera visto desde el puente de Mirasol ha dejado paso a la mole arquitectónica actual.
De la ría se han desaparecido gabarras, txintxorros y cargueros. Los noray del muelle han dejado paso a un aparcamiento. En la plaza Circular, don Diego antes era más bajito que hoy día. Realizado con meticulosidad y presentado de manera ordenada, el trabajo resulta un excelente ejercicio de rememorar el pasado de Bilbao sin olvidar el presente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.