¿Dónde están las reformas?
Hace seis meses, los reformistas iraníes celebraban su clamoroso éxito en la primera vuelta de las elecciones legislativas con indisimulada satisfacción y alegría contenidas. Nadie salió a las calles a tocar el claxon o vitorear a los nuevos diputados como sucediera en 1997 tras la elección del presidente Mohamed Jatamí. Sin embargo, existía la convicción compartida de que, por fin, se había completado el triunfo.Después de casi tres años en los que el Parlamento (en manos conservadoras) había bloqueado sistemáticamente todos los intentos de apertura del moderado Jatamí, las urnas refrendaban el apoyo masivo de los iraníes a la flexibilización del rígido sistema islámico iraní. En absoluto se trataba de colgar el chador en el armario o adoptar el estilo de vida occidental. Los jóvenes iraníes (el 60% de la población) hablaban, hablan, de libertad, de poder respirar.
Pero el empuje de este movimiento social que ha confiado en Jatamí, un clérigo de aspecto bondadoso e indudable carisma, ha desbordado a los sectores más conservadores del régimen iraní. Una serie de asesinatos de intelectuales y opositores políticos liberales constituyó el primer campo de minas que tuvo que atravesar el nuevo presidente en el invierno de 1998. Luego, lanzaron otro aviso al reventar con provocadores las manifestaciones pacíficas de estudiantes en julio de 1999. Los incidentes que siguieron fueron los peores disturbios desde la revolución islámica de 1979. Pero la contención en las filas reformistas logró llevar las aguas a su cauce, a pesar de las continuas provocaciones.
El acoso a la prensa reformista y las numerosas impugnaciones al recuento de votos han jalonado los últimos meses y llevado a Jatamí a reconocer, hace una semana, los límites de su poder. "No estoy de acuerdo con los métodos utilizados (...) ni con el cierre masivo de periódicos", admitió el presidente que, no obstante, prometió no dimitir. Pero la impaciencia cunde. ¿Hasta cuándo se autocontrolarán sus seguidores?
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