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ASTE NAGUSIA

El ruido pierde la primera batalla

Sólo cuatro locales con sus bafles retirados, una sensación de alivio entre los vecinos afectados y una indisimulada satisfacción entre las autoridades municipales. La batalla del ruido en la Aste Nagusia parece empezar a encauzarse, aunque también tiene sus detractores: bares, txosnas y público se quejan de que, a menor volumen de música, inferior ambiente festivo.La apuesta del equipo de gobierno del alcalde Iñaki Azkuna era arriesgada. Cuatro inspectores se encargarían durante las nueve jornadas festivas de controlar, día y noche, el volumen de la música de bares y txosnas. El límite era de 90 decibelios hasta las 5 de la mañana y, desde entonces y hasta el cierre acústico establecido a las 7, debía bajar hasta los 70. La Aste Nagusia, una fiesta eminentemente de calle, ha servido para trasladar progresivamente la animación musical de las txosnas a otras zonas céntricas de Bilbao, donde los bares también han sacado a la calle sus altavoces. La tendencia atrae al juerguista, más cómodo en la calle que en un local cerrado, pero desespera a quien intenta descansar frente a las coyunturales discotecas bilbaínas.

"Sí se ha notado bastante menos ruido. Incluso alguno del barrio comenta que hay que lanzar un txupin por el alcalde", asegura el propietario de un negocio en el recinto festivo del Arenal. Un rápido sondeo entre viandantes y vecinos de las zonas pegadas a las txosnas o bares con altavoces en su exterior revela una mayor sensación de alivio. "El ruido no se puede quitar, pero al menos es mucho menos molesto y resulta más fácil dormir ", es la idea que se repite.

El Ayuntamiento, que mañana ofrecerá un balance concreto, se vanagloria de la medida. "Se ha reducido el número de txosnas, se ha bajado el volumen, se han controlado los horarios y las fiestas siguen siendo intensas", comenta el concejal de Cultura José Luis Sabas. Aunque en la noche del sábado al domingo, alguna txosna se saltó los límites establecidos, el consistorio sólo ha precintado altavoces de cuatro locales (todos ellos bares fuera del recinto de el Arenal) y ha sido en la primera mitad de las fiestas. Las quejas han bajado drásticamente y las dos personas que atendían el teléfono en el Ayuntamiento, "que el año pasado estaban todo el día pegados al teléfono recogiendo quejas, este año están con tranquilidad", dicen en el consistorio.

Como siempre, la dicha de unos es la frustración de otros. En el bar Eider, cerca del Ayuntamiento, uno de los empleados constata el reproche de los clientes: "Se quejan de lo poco que suena la música y de que eso supone menos ambiente". En la calle los primeros días causó perplejidad el bajón en el atronador volumen de años anteriores, sobre todo a partir de las 5 de la mañana, "cuando casi oyes más el run-run de la conversación que la música", señala un joven.

Tras la conclusión de la Aste Nagusia menos ruidosa en bastantes años, el debate está servido para 2001.

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