PEQUEÑOS ROBOTS DENTRO DEL CUERPO HUMANO
Imagínense un ejército de robots diminutos, cada uno de ellos de un tamaño inferior al de una bacteria, nadando en su sangre. Un pelotón se dedica a medir constantemente la presión sanguínea en distintas partes del cuerpo. Otro controla el colesterol. Un tercero analiza el nivel de glucemia, los niveles de hormonas, cualquier bloqueo arterial incipiente y la actividad del sistema inmunitario.Ése es el sueño de los nanotecnólogos, ingenieros que trabajan en sitios como el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), la Universidad de Princeton o el Carnegie Mellon, que ya están redefiniendo el significado de la palabra miniatura.
El prefijo nano hace referencia a la milmillonésima parte de una unidad, que es el tamaño del que hablan estos visionarios. En la actualidad, los nanotecnólogos han construido engranajes y rotores muchísimo más finos que un cabello humano y diminutos motores moleculares de sólo 50 átomos de largo.
Y eso no es más que el principio. Los nanotecnológos predicen que dentro de unas cuantas décadas fabricarán máquinas que podrán hacer prácticamente de todo, siempre y cuando sean pequeñas. Robots del tamaño de un germen no se limitarán a medir los signos vitales internos, sino que también organizarán los datos con la ayuda de microordenadores moleculares y transmitirán los resultados a un ordenador central (implantado quizá debajo de la piel), que los analizará para detectar alguna enfermedad.
Se podrán enviar nanomáquinas a limpiar las arterias de cualquier formación de placas peligrosa o a ayudar al sistema inmunitario a eliminar células cancerosas aisladas, e incluso como en la película Viaje alucinante de Richard Fleischer, a volatilizar coágulos de sangre con láseres minúsculos.
Si los nanotecnólogos no se equivocan, una llamada al médico de cabecera dentro de unas cuantas décadas podría convertirse en una versión de alta tecnología de una frase hecha: "Tómese dos cucharadas de sensores de diagnóstico y llámeme por la mañana".
© Time
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