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"Esos militares mienten"

"Cinco días de incertidumbre"; así titulaba ayer uno de los principales periódicos de Múrmansk, evocando el drama del submarino nuclear Kursk y de su tripulación, atrapados a más de cien metros bajo el mar de Barents. El titular resume la opinión de numerosos habitantes de esta villa portuaria situada a 200 kilómetros al norte del Círculo Ártico. La suerte del puerto de Múrmansk siempre ha estado ligada a la que fuera prestigiosa Flota del Norte.La localidad y sus 450.000 habitantes hace tiempo que han adquirido la actitud de despreciar las declaraciones contradictorias de los almirantes y los altos jefes militares. Aunque una estatua gigante vestida de soldado y con fusil a la espalda vigila sobre los tejados de la ciudad y todavía tiene la leyenda "Múrmansk, ciudad heroica" -porque fue completamente arrasada por los Ejércitos nazis-, parece que la regla aquí es echar pestes contra "esos militares que, una vez más, mienten".

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En el quinto día de drama, las posibilidades de rescatar con vida a todos o parte de los marinos parecen cada vez menos fiables. En Múrmansk, la Flota del Norte no responde. En un edificio neoestaliniano, un suboficial se remite a Severomorsk, 10 kilómetros más al norte. Severomorsk, la capital de la Flota del Norte, no es más que una gigantesca base militar donde recalan submarinos y navíos. Se trata de una localidad de más de 50.000 personas con el estatuto de zato (administración territorial), es decir, prohibida a los no residentes. Es en esta ciudad prohibida a los extranjeros donde el Estado Mayor ha instalado su centro de prensa. "En este asunto todo está borroso. El Ejército nos oculta que la situación es mucho más grave de lo que se ha dicho", estima Víctor Jabarov, director del diario Vecherni Murmansk. Por ejemplo, que entre los miembros de la tripulación se encontraba una docena de altos oficiales del Estado Mayor de la Flota del Norte que querían asistir a las importantes maniobras navales desde el Kursk.

Al otro lado de la ciudad se extiende lo que constituye el orgullo de Múrmansk: su puesto de rompehielos nucleares. Estos monstruos, únicos en el mundo, todavía abren la ruta marítima del Norte, hacía el Pacífico y Vladivostok. El tráfico se ha desplomado. El buque Artika espera amarrado a un muelle a improbables turistas estadounidenses para un crucero que cuesta más de 10.000 dólares (unos 1,8 millones de pesetas) por persona.

"No entiendo", comenta Alexandr, un vecino, "por qué no se ha llamado enseguida a los noruegos y a los norteamericanos y se ha dicho: ésta es la situación, ¿qué es lo mejor que se puede hacer para salvar la vida a los chicos que están en el fondo?" La cuestión surge en las conversaciones y la frase "secreto militar" sale a relucir cada vez. En Múrmansk, el recuerdo de la catátrofe del Komsomolets, el submarino nuclear que naufragó en abril de 1989 causando 42 muertos entre la tripulación está todavía vivo.

No fue hasta el miércoles cuando Rusia formuló una petición de ayuda al Reino Unido. Un submarino de socorro, tipo LR5, fue transportado esa misma noche hasta Noruega. Pero no podrá intervenir antes del sábado.

La mayoría de los familiares de la tripulación del Kursk han sido agrupados en Severomorsk. Algunos han sido embarcados en un buque-hospital que se dirige hacia el lugar del siniestro. Sólo un año antes se habían encontrado durante una ceremonia de entrega de premio a la tripulación del Kursk que había sido distinguido como el mejor submarino de la Flota del Norte.

© Le Monde / EL PAÍS.

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