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Tribuna:PRESTACIONES Y PRESUPUESTOS
Tribuna
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El debate sanitario

Últimamente, estamos asistiendo a la aparición en los medios decomunicación de temas cruciales relacionados con la sanidad. Por lógica, en España, cuando se debate sobre lo sanitario, ha de hablarse del Sistema Público de Salud (SPS); entre otras razones, por ser éste el de mayor implantación y contar con mayores recursos. Este debate, provocado desde diversos sectores (profesional, político, ciudadano, etc), puede tener, y de hecho tiene, puntos de vista diversos y diferentes consecuencias; no siempre se utilizan las mismas herramientas dialécticas, ni los mismos foros, ni los mismos medios.Ante una denuncia, ante la visión crítica de nuestra sanidad, es necesario reflexionar en voz alta e intentar transformar, las supuestas amenazas, en oportunidades; igualmente hace falta establecer determinadas reglas de juego para llegar a conclusiones (las que sean) sobre el debate; reglas que deberían ser, cuando menos, serias y rigurosas.

Mi primera propuesta es que se reflexione para saber si se está cuestionando, o no, la Constitución Española, que, en su artículo 43, establece y garantiza la protección de la salud de todos los residentes en España. Presupuesto éste que se ha desarrollado en la Ley General de Sanidad de 1986. Independientemente de la consideración teórica de este derecho, la gran diferencia que se establece con los sistemas constitucionales y legales de otros países es que a los españoles nos da un "derecho" a tener una sanidad pública.

Cuando uno conoce y compara otros sistemas sanitarios, independientemente de su organización, prestaciones o costos sociales, la primera diferencia que se puede establecer es que para algunas sociedades el derecho a la salud es igual que el derecho de reunión, de opinión, o de libertad; mientras que para otras, la salud es un bien de consumo que se ejerce según las leyes de mercado primarias: es decir, si tienes dinero puedes tener "derecho" al servicio sanitario y si no, no; y estás obligado a endeudarte. Obviamente, y dejando al lado, de forma consciente, las grandes diferencias que este principio básico establece, no creo, o, al menos espero no creer, que en España estemos debatiendo sobre esto.

Una segunda reflexión que me hago, es qué tipo de debate queremos plantear; y, cuando digo queremos, me estoy refiriendo a todas las partes interesadas (ciudadanos, políticos, profesionales, gestores, industria y opinión pública), porque, si no, nos encontraremos con un falso debate, ya frustrado en ocasiones anteriores (Informe Abril, 1991. Dictamen de la subcomisión parlamentaria de 1997). Pretender debatir sobre nuestra sanidad sin contar con todas las partes implicadas, sin poner sobre la mesa todos los intereses existentes, está llamado al fracaso, o, a lo que es peor, a otro revuelo (uno más) como el que de tiempo en tiempo se produce, con pingues beneficios para algunos desaprensivos.

La experiencia realizada en el estado de Oregón (Estados Unidos), con 2,5 millones de habitantes, sobre como priorizar las prestaciones y los presupuestos públicos sanitarios, demostró que es posible consultar a una población sobre su futuro en esta materia. Lo ideal sería que este debate fuera impulsado por los políticos, y que, aceptando los retos sanitarios que plantea el futuro, no lo utilizaran como un arma arrojadiza entre partidos; es decir, partiendo desde lo político de forma integral y no, sólo, desde "la parte de la hacienda pública que se debe gastar", que es, parece ser, en última instancia el bastión del debate sanitario.

Algunos autores defienden que este debate, al final, se realizará entre los grandes de la sanidad, es decir, entre los grupos de presión sanitarios, y, sólo, cuando se dé el "crac financiero" del sistema sanitario. Desde luego, no hay que descartar esta posibilidad. Pero, en cualquier caso, la apertura del debate tiene que obligar a ser generosas a las partes implicadas en lo que podríamos llamar secundario, es decir, en lo accesorio, que es, al fin y al cabo, lo que garantiza el gran valor intrínseco que tiene nuestra sanidad pública. Por eso va a ser muy difícil avanzar desde el corporativismo profesional, desde la defensa sindical numantina, desde la denuncia demagógica, desde el silencio administrativo y desde el exceso de beneficio del capital.

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Hay mucho que reflexionar sobre el SPS: listas de espera, medicamentazo,sanidad pública/privada, prioridades/limitaciones, aseguramiento, financiación, investigación, genéricos/marcas. Y sería bueno recordar que nuestro punto de partida no es malo (Informe OMS, EL PAÍS, 21 de junio de 2000). Sin duda, es un buen punto de partida. Lo que invertimos en sanidad lo obtenemos (con buenos resultados) en salud. Algunas de las recomendaciones del citado informe fueron ya realidad hace años en España. Sin embargo, tenemos que seguir reflexionando para saber en qué tenemos que mejorar. Lo que sí me parece muy negativo es plantear un debate sanitario basado en la morbosidad de la enfermedad y en la muerte; realidades cotidianas en cualquier hospital. Frivolizar con el drama de la vida individual, destacando lo sensacionalista por encima del rigor de la noticia, anunciar soluciones fáciles sobre la dificultad y complejidad de toda investigación, resaltar el error ante los aciertos...

Todo esto, puede ser que suba la audiencia y aumente las ventas, pero las ganancias de unos pocos irán, con toda seguridad, contra la confianza de la mayoría en SPS. Me temo que en este momento "lo sanitario", si hay sangre, fallos y drama, es un "valor" en alza.

Al mismo tiempo, no quiero negarle a nadie su derecho a denunciar las negligencias o los errores, ni a pedir responsabilidades individuales o colectivas si las hubiere; pero no se puede generalizar, y hay que tener cuidado con la denuncia fácil y gratuita.

Cuando la sanidad se pone de moda, tengo que confesar que me entra un cierto "desasosiego". O bien hay algo que comercializar, aprovechando alguna inseguridad del sistema sanitario, que es cuando suelen aparecer nuevos medicamentos o productos contra tal o cual enfermedad que produce un gran número de muertos y enfermos en muchos países, o bien es el momento de presionar a la autoridad competente para que disponga de los recursos "extras" fuera del sistema público. Se ve claramente como, de un año para otro, y una vez conseguidos los objetivos deseados, la incidencia de aquella enfermedad que provocó titulares, deja de ser ya una moda y pierde actualidad.

Esta forma de hacer las cosas le quita legitimidad al debate; si jugamos con las cartas marcadas, estamos hipotecándonos para gestionar el futuro. Porque, al final, en democracia, nosotros elegimos qué tipo de debata queremos. Un debate que, por ahora, lo dejo pendiente para otra reflexión.

Joaquín Carmona Diaz-Velarde es director gerente del hospital Virgen Macarena y Máster en Administración Aanitaria.

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