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'Pipas', condones y bocadillos

Cada mañana Eladio, camarero de uno de los quioscos de la Casa de Campo, echa un vistazo debajo de las mesas. "Todos los días recojo unos cuantos preservativos", explica resignado. Es su rutina diaria. "Todo está hecho una guarrería y cada día va a peor", comenta uno de los limpiadores de la Casa de Campo. "Cada vez hay más prostitución y menos gente que viene a tomar algo", se lamenta el responsable de otro quiosco del Lago.

El látex espanta a los vecinos que antes invadían las laderas del parque para tomar su tortilla. "Cuando traes a los niños a pasar el día tienes que estar muy pendiente, no sabes qué se pueden encontrar. Se te quitan las ganas de traer a la familia. Recuerdo que antes daba gusto venir aquí", rememora Anselmo, de 68 años, mientras vigila con el rabillo del ojo a su nieto Francis.

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"Si esto estuviera más limpio, vendríamos más. Sobre todo a tomar el bocadillo", se queja Paco. "A mí no me molestan ni los travestis ni las prostitutas, me fastidia la basura; deberían de cuidarlo todo un poquito más".

La prostitución suscita críticas unánimes, a juzgar por los comentarios de los visitantes, y en segundo lugar está la porquería.

"De noche esto da miedo", advierte Emiliano, que vive muy cerca. "Aquí sólo se puede dar una vuelta de día, con las tinieblas esto está muy peligroso. Yo he oído a veces disparos". Uno de los trabajadores de la limpieza asegura que un día un compañero suyo se encontró una pistola en una cuneta: "Se llevó un buen susto, fue en la zona donde están los travestidos. Llamó a la policía, que la recogió. Nunca volvimos a saber nada de la pistola".

Hay muchos fieles a la Casa de Campo, sobre todo deportistas. "Llevo corriendo más de diez años por entre los pinos y es imparable lo de las prostitutas. Hasta nos han perdido el respeto. Vamos corriendo un amigo y yo y nos dicen: "eh, dos para dos".

Los empleados de Parques y Jardines reconocen que la "prostitución, que va a más, es el gran problema. Y no por la suciedad".

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