Un doble disco rescata las canciones de Tino Casal
José Antonio Quirós prepara un documental sobre el cantante asturiano
Amanecía el 22 de septiembre de 1991 cuando Tino Casal fallecía en un accidente de circulación en los alrededores de Madrid. Como ocurre siempre en el mundo de la música pop española, tras las loas póstumas llegó el rápido olvido del cantante de look más peculiar de aquellos años. Ahora, un doble CD, Casal vive (Chrysalis), recupera sus éxitos remasterizados y presenta versiones para las pistas de baile de cinco temas, reconstruidos por la pareja Pumpin' Dolls. Casal vive lleva ya un mes en las listas de ventas y hasta ahora hay despachadas unas 60.000 copias.
Vocación provocadora
Los años ochenta permitieron algunas extraordinarias transformaciones. Un empleado manchego de Telefónica se convertía en el cineasta español más internacional. El cantante de un verbenero grupo asturiano, Los Archiduques, se instalaba en Madrid y se reconvertía en una hirsuta versión hispana de David Bowie. Tino Casal era su nombre de guerra, y ofrecía una estética barroca que le encajó inicialmente en el movimiento de los "nuevos románticos".
'Eloise'
Julián Ruiz, su productor en los cinco elepés que publicó en los ochenta, asegura que Casal tenía una vocación provocadora: "Se vestía y peinaba cuidadosamente. Si salía y no le miraba la gente, volvía al piso para ponerse aún más extravagante". Musicalmente, Casal, Ruiz y sus músicos cultivaban las tendencias techno-pop, con texturas sintéticas que aprovechaban los últimos inventos de la tecnología sonora llegados a España: "Aprendíamos sobre la marcha y hubo discos que necesitaron más de 800 horas en el estudio". Bajo ese vanguardismo epidérmico, Julián Ruiz piensa que Casal se veía esencialmente un cantante pop: "Por ejemplo, con Embrujada se rodó el primer clip de ritmo internacional. También hicimos el primer maxi single español en 1981, con Stupid boy. Pero a Tino realmente no le gustaban demasiado las remezclas, se consideraba, y lo era, un gran cantante y en lo más íntimo le molestaba que su interpretación se convirtiera en un chicle, alargándola para cumplir con las necesidades de la pista de baile".
Y eso que Casal era una criatura de la noche, habitual de las discotecas punteras: "Tenía una gran afinidad con la subcultura gay; creo que Champú de huevo estaba dedicada a Fabio McNamara, el actor de Almodóvar, aunque conservaba la relación con Pepa, su novia de toda la vida. Sobre ese asunto se mostraba muy reservado, aunque muchas de sus letras contenían reivindicaciones del hedonismo, de la diferencia. A veces, en términos agresivos, como Que digan misa, aunque también había confesiones muy duras de soledad, pienso en Miel en la nevera. Cuando estuvo hospitalizado por problemas en las caderas se rumoreó que tenía el sida, pero volvió con más fuerza, a pesar de las muletas".
Reapareció en 1987 con una épica adaptación de Eloise, la pieza de Paul y Barry Ryan, grabada en los estudios londinenses de Abbey Road con una orquesta de 90 músicos. Según recuerda su productor, "Tino había nacido en 1950 y tenía miedo a cumplir los cuarenta. Se planteaba nuevos retos musicales, sin renunciar a la pintura, a la escultura, al diseño, al interiorismo. Se frustró su proyecto de interpretar El fantasma de la ópera por un detalle absurdo: los ingleses consideraron demasiado pequeño el escenario del teatro madrileño. Pero le requerían desde Japón, algo que le apetecía, vivir en el otro lado del mundo, como Gauguin, al que admiraba".No fue posible. Sin embargo, nueve años después de su muerte, Tino Casal sigue fascinando: el cineasta José Antonio Quirós prepara un documental sobre sus metamorfosis. Y en su primera semana, Casal vive entró al número 19 de las listas de ventas.
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