Jornada de pasión 'culé'
Autorizado por la zamarra de Raúl, que le cubría desde el cuello hasta las rodillas, un joven madridista proclamaba ante la puerta de entrada de Chamartín: "Yo votaría a don Florentino, porque la séptima y la octava ya la tenemos y no quiero correr el riesgo de jugarnos la novena a la ruleta". Y don Florentino ganó a don Lorenzo, pues en Madrid no hay don nadie que valga, y menos tratándose de la presidencia del Real Madrid.Una semana después, en un rincón del Miniestadi, un niño metido en la camiseta de Figo, susurra que su padre "votará al señor Bassat". "Dice papá que hay que cambiar el Barça", confiesa, "y yo le contesto que lo que no quiero es perder hoy a Figo y mañana a Rivaldo, y el Gaspart nos los defenderá mejor".
La situación de Figo expresa la delantera que le ha tomado el Madrid al Barcelona en la jerarquía del fútbol y expresa hasta que punto el Camp Nou estaba saturado de cierta gestión (la de Núñez) y el Bernabéu de aventuras (de Sanz), de manera que las elecciones parecen más el resultado de un estado de ánimo que una declaración de intenciones. La implicación masiva de los socios en las elecciones avala tanto la vitalidad del club como el deseo de revertir el orden de las cosas, que no pasa necesariamente por el triunfo del Bassat, como parecía, sino que también puede ser cosa de Gaspart.
La actitud del nuevo presidente en la celebración de la victoria le dignifica tanto como la manera con la que Bassat asumió la derrota en campo ajeno.
Bassat asumía una idea y Gaspart defendía el sueño de ser presidente, así que al ex vicepresidente le costó muy poco explicar lo que piensa hacer mañana. Para ganar, a Gaspart le ha bastado con poner amor y pasión donde Núñez destilaba odio, y asunto arreglado. Pero Gaspart no ha heredado sólo los votos de Núñez, de la misma manera que tampoco se puede concluir que Bassat ha recogido exclusivamente a los seguidores de Cruyff. Gaspart ha convencido al fin y al cabo a cuantos piensan que muchas cosas pueden continuar haciéndose igual que hasta ahora pero con otro estilo, desde el club y no como desde la empresa, procurando que el fin no justifique los medios. La fractura social exige de gestos como el que tuvo anoche junto a Bassat. La reconciliación únicamente es posible a través de la reflexión y el diálogo y no de la exterminación como hasta hora. Para Gaspart será más difícil gobernar que ganar, pero a Bassat le aguarda igualmente una tarea difícil, porque es momento de replantearse hasta qué punto es conveniente una oposición estable después de que el club haya acudido tres veces a las urnas en los tres últimos años.
La serenidad se impuso ayer a la crispación, respresentada nuevamente por Núñez, que estuvo desafortunado cada vez que abrió la boca, como si estuviera falto de cariño, tal que necesitara que le despidieran de otra manera. Del ex presidente cabe esperar también un cambio de actitud más acorde con su nuevo papel. Gaspart agradecerá seguramente su consejo, pero nunca su presión. El nuevo presidente se ha ganado el derecho a expresar su pasión por el Barça.
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