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Tribuna
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Jefes fuera

Señora Cibeles:Me llamo Silvino, trabajo en el sector de la automoción y padezco una enfermedad cruel que consiste en perder los estribos al contacto con cualquier jefe o autoridad, sean del calibre que sean. Cuando se lo cuento a la gente, me lo toman a broma y me hacen objeto de sarcasmos salvajes. Necesito desahogarme con alguien que sea impávido y caradura; es decir, con cualquier estatua. Si he decidido abrirme a usted es porque la veo un no sé qué de libertina, un algo de independiente y como un amago de suave cinismo. Como usted bien sabe, señora, los jefes son bastante útiles para algunas cosas secundarias, pero su larga sombra se cierne a veces sobre las entretelas de la intimidad, provocando agobios, latiguillos, obsesiones y otras secuelas no menos ingratas, tales como sarpullidos, frenesí, diarreas, melancolía y propensión al desatino.

Ya están los jefes preparando las maletas (ellos siempre veranean en agosto). A lo largo de esta semana se irán largando sin misericordia, pero la ciudad se vengará de ellos recobrando su rostro más jovial, más sereno, más limpio y más entrañable. Debido a la enfermedad antes reseñada, yo cojo el permiso en septiembre. De ese modo, me libro del contacto con autoridades y capitostes durante dos meses seguidos, cosa que agradecen mi espíritu y mis triglicéridos. Claro que para mí es poco menos que imposible un ascenso laboral de importancia, por la sencilla razón de que los médicos me han prohibido terminantemente hacer pasillos y tirar de la levita a los pingüinos.

A pesar de todo, señora, me defiendo en este azaroso mundo practicando una política acorde con mis intereses. Para que a nadie se le ocurra interponer asechanzas en mi puesto de trabajo, durante el mes de agosto me apunto todos los años a una academia de artes marciales, procurando que se enteren de inmediato todos mis jefes y algunos compañeros. Y procuro hacer alguna cosa francamente mal; así consigo ensoberbecerles. Hay gente que si haces las cosas muy bien piensan que les quieres quitar el puesto.

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