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Nueva ofensiva de las FARC contra varias poblaciones al sur de Bogotá

"Es una guerra estúpida", fue lo único que el dolor le dejó expresar a Weidman Lozano, un policía que, tras repeler junto a sus compañeros el ataque de más de un centenar de guerrilleros de las FARC contra la localidad de Colombia, en la provincia del Huila, descubrió primero que su casa había sido destruida y comprobó luego que debajo de los escombros estaban los cuerpos mutilados de su esposa y sus tres hijos. Ocurrió el pasado miércoles y marcó el inicio de una ofensiva guerrillera que ha sembrado la ruina y el dolor.

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Los más afectados por la ofensiva guerrillera han sido cinco municipios de las provincias de Tolima y Huila, al sur de Bogotá: Alpujarra, Rocesvalles, Colombia, Vegalara y Santamaría. El primero de ellos, una pequeña población al suroeste del Tolima, ha sido atacado seis veces en los últimos l8 meses. Oficialmente se dice que esta cadena de incursiones busca despejar un corredor hacia la zona de distensión donde se adelantan los diálogos de paz Gobierno-FARC. En este momento, las dos partes estudian la propuesta "del otro" para un cese de hostilidades presentado en sobre sellado el pasado día 3. En Rocesvalles, atacada el sábado, murieron l3 policías. Según el director de la institución, "a todos les dieron un tiro de gracia porque se les acabó la munición". En total, en las cinco poblaciones murieron siete civiles y l3 policías y 27 personas quedaron heridas. Los familiares de uno de los muertos, el ecuatoriano José León Cujiloma, aseguran que a su pariente no lo mató la guerrilla ni la policía, sino "las balas que disparó el avión fantasma" de la Fuerza Aérea que llegó para apoyar a los uniformados.

Cada población fue tomada por unos 150 guerrilleros y, de promedio, sólo había 20 policías, mal armados, para defenderlas. En todos los asaltos, las FARC utilizaron como bombas cilindros de gas repletos de metralla. Portavoces de las FARC han dicho que a veces cometen errores y se yerra en el objetivo "como en Kosovo". En las cinco poblaciones atacadas quedaron hechas pedazos escuelas, iglesias y viviendas (25 en Colombia, 50 en Alpujarra).

Ésta es apenas una cara de esta guerra, en la que sólo mueren pobres. La otra es la de los paramilitares. El sábado, un concejal y siete campesinos de Guacamayal, una pequeña población de la zona bananera del Magdalena, fueron sacados de sus casas y acribillados en la plaza. Igual suerte corrieron cuatro campesinos de la zona de Tulua, en la provincia del Valle. En Barrancabermeja, puerto petrolero del Magdalena Medio, han muerto en la última semana nueve personas; entre ellas, Elisabeth Cañas.

Desde el l6 de mayo de 1998, cuando uno de sus cinco hijos y su hermano fueron secuestrados por los paramilitares junto a 25 personas más, esa mujer, de 40 años, no había cesado de denunciar este hecho de barbarie. Ante un tribunal internacional en Canadá repitió hace poco su historia. Contó que se aferró al camión de los paras en el que se llevaron a sus seres queridos, que fue golpeada y que el Ejército retiró un retén minutos antes de que los paramilitares, lista en mano, entraran en el barrio y se llevaran a sus víctimas.

La Oficina del Defensor del Pueblo acaba de revelar que en el primer semestre de este año se han cometido en Colombia 235 matanzas, con 1.073 muertos. Un 48% de ellas es responsabilidad de los paras; un 13%, de la guerrilla, y un l6%, de grupos sin identificar. El resto se atribuye a "otros actores", como delincuencia social, grupos de limpieza social, milicias y narcotraficantes.

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