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Barcelona

Cinco orejas para José Tomás

Lo de José Tomás en Barcelona pasará a la historia. Ayer, cinco orejas y sexta salida a hombros consecutiva por la puerta grande de la Monumental. Puestos a poner algún pero a su actuación, únicamente dos anécdotas, que ya es la tercera vez que no invita a a sus compañeros a compartir con él la ovación después del paseíllo y que su cuadrilla esté excesivamente pendiente de la concesión de trofeos. También algún desarme y algún enganchón durante la faena a su primero, aunque todo esto sea pecata minuta al lado de la tarde prácticamente redonda y la conmoción que produjo en unos tendidos que ha conseguido convertir en incondicionales partidarios.Su primero tenía un buen tranco, pero no humillaba y buscaba por los dos pitones. Fue muy mal lidiado en varas y Tomás tardó en acoplarse con él, hasta que lo consiguió con una gran serie con la zurda en el platillo del ruedo. Su segundo fue un gran toro para el torero, repetidor y noble, y el madrileño lo muleteó con gran suavidad y quietud, ligando los muletazos con parsimonia, para acabar de una estocada tendida. El que cerraba la plaza, que lidió en sustitución de Abellán, fue flojo de remos, pero fue pronto y de una gran nobleza. Lo había banderilleado extraordinariamente David Navalón y Tomás le hizo, con una quietud y una sangre fría pasmosas, otra faena marca de la casa, coronada con un estoconazo, del que el toro tardó en doblar, dando lugar a que sonara un aviso, lo cual no fue óbice para que, por aclamación popular, se le concediesen otras dos orejas.

Núñez / Ponce, Tomás, Abellán

Toros de Joaquín Núñez y uno de Hermanos Sampedro, flojos, de juego desigual, con movilidad.Enrique Ponce: silencio y ovación. José Tomás: oreja, dos orejas; aviso y dos orejas. Miquel Abellán: cogido al muletear al tercero, sufre conmoción cerebral de pronóstico grave. Plaza Monumental, 16 de julio. Tres cuartos de entrada.

Enrique Ponce no salió a hombros, pero lo hizo por la puerta de cuadrillas, con la cabeza bien alta. Y eso que hubo una minoría que parecía dispuesta a amargarle la tarde. Empezó la cuestión cuando estaba lidiando bien a un primero, que no era fácil y una voz inoportuna gritó aquello de "¡qué emoción!", y Ponce cortó en seco la faena. Lo marearon hasta lo indecible en el que cogió Abellán, gritándole unos que debía matarlo y otros que hiciese la faena. Finalmente esto fue lo que hizo el valenciano, con maestría, pundonor, pasión y riesgo, porque el animal se había puesto a la defensiva por su falta de fuerzas. En su segundo, el más armado del encierro, que llegó a la muleta algo descompuesto y a la defensiva, arriesgó mucho y no se cansó de estar en la cara del astado, jugándose el tipo en mucha verdad y honradez; acabó de media estocada y recibió una clamorosa ovación desde el tercio. Cuando hay quien parece quererlo enterrar antes de tiempo, Ponce demostró que está muy vivo y que por algo es una figura del toreo.

Miguel Abellán acudía a esta corrida un poco como convidado de piedra, porque sólo era su tercera actuación en Barcelona, en donde nunca ha tenido mucha suerte. Tampoco la tuvo ayer, aunque en su haber estuviese lo mejor de la tarde con el capote, de salida y en quites. El hombre llegaba dispuesto a no dejarse ganar en la pelea por nadie y recibió a su oponente con una tanda de quietos y toreros estatuarios, al remate de los cuales fue prendido aparatosamente; fue conducido a la enfermería, donde se le apreció, además de algún varetazo, una fuerte conmoción cerebral, calificada de pronóstico grave, de la que el diestro quedó inconsciente y tardó bastante en reaccionar. Su pundonor y su torería, sin embargo, habían quedado demostrados.

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