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GOLPE A LA INDUSTRIA DEL TABACO

Un veredicto para echar humo

Los abogados de las tabacaleras echaban humo ayer. Hasta el último momento se resistieron a pensar que les caería un castigo multibillonario. Pero ésta ha sido otra historia de David contra Goliat. De un lado, el abogado de Miami Stanley Rosenblatt y su esposa y compañera de bufete, Susan, defendiendo a tres fumadores enfermos de cáncer en nombre de todos los enfermos de tabaquismo del Estado de Florida. Y del otro, 12 bufetes de los más prominentes de Estados Unidos defendiendo los billones de dólares en juego de sus poderosos clientes, las tabacaleras multinacionales norteamericanas, que le habían pedido al juez que limitara en 15.000 millones de dólares (2,6 billones de pesetas) la compensación."Esto nunca fue sólo un asunto de dinero, sino de justicia". Con esas palabras resumía ayer Rosenblatt la batalla campal contra el tabaco. Comenzó hace seis años, cuando Frank Amodeo, Mary Farnan y Angie della Vecchia, empedernidos fumadores enfermos de cáncer, le pidieron que los representara. Desde entonces ha sido una historia de fe y largas jornadas trabajo.

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Los Rosenblatt no contaban, ni mucho menos, con los recursos de la industria del tabaco, y ésta, desde un primer momento, trató la demanda con el mismo desdén y arrogancia con que había tratado las más de mil querellas que en la última década trataron, sin éxito, de doblegarles ante la justicia por la fabricación de un producto dañino para la salud. Sólo 30 llegaron a los tribunales. Los Rosenblatt fueron los defensores de dos de ellas: la actual y otra de azafatas afectadas por el humo del tabaco en aviones que acabó con una indemnización multimillonaria.

Hubo momentos de pesimismo, según han reconocido los Rosenblatt, pero en 1998 se produjo el milagro legal. El Estado de Misisipí llegó a un acuerdo extrajudicial con las tabacaleras (como parte del acuerdo de todos los Estados que le costó a la industria 246.000 millones de dólares) y reveló miles de documentos secretos hasta entonces que contenían información incriminatoria sobre la manipulación de la nicotina que habitualmente hacían las tabacaleras para enganchar a los clientes.

El juez Robert Kaye aceptó a trámite la demanda colectiva, a pesar de los numerosos envites legales para que en su lugar se realizaran juicios separados para cada uno de los afectados, lo cual habría derrotado la estrategia de los fumadores. (Las tabacaleras lo lograron en todas las demás demandas presentadas en otros Estados). También intentaron recusar al juez Kaye, de 70 años y enfermo de enfisema, por ser ex fumador.Tanto Kaye como Rosenblatt felicitaron a los seis miembros del jurado que durante dos años han dejado de trabajar y, en muchos casos, de ver a sus familias para estar presentes en el juicio, escuchando a 157 testigos y leyendo más de 50.000 páginas de documentos. Frank Amodeo, el enfermo de 61 años que entabló la demanda original, ayer respiraba más tranquilo, a pesar de su cáncer de garganta, provocado por 35 años de tabaco. "Se ha hecho justicia. Es un producto que mata, y ellos lo sabían desde hace 50 años, pero no les importaba. Mire lo que me han hecho a mí y a tantos otros millones de personas. Ya es hora de que paguen, y no me refiero al dinero en sí".

Angie della Vecchia no vivió lo suficiente para saborear la victoria de ayer. Murió hace un año, con 53 años. Era tan adicta al cigarrillo que no pudo dejarlo ni siquiera durante la quimioterapia para tratar su cáncer de pulmón y cerebro. Su esposo, Ralph della Vecchia, lloraba ayer desconsolado en la sala del juicio. "No se imaginan lo que la echo de menos". También estaba allí, en la primera fila, Mary Farnan, una enfermera de 43 años que padece cáncer de pulmón y de cerebro y que comenzó a fumar sin parar a los 11 años. "Si dicen que se han reformado, que dediquen sus millones a evitar que los niños se envicien, a hacer campañas antitabaco".

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