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¿Qué hacer con Vidal-Quadras? JORDI SÁNCHEZ

Si hemos de hacer caso de las opiniones de los dirigentes del Partido Popular en Cataluña, Alejo Vidal-Quadras va por libre en su cruzada para que se restituyan los derechos de los castellanohablantes en Cataluña. No es ésta una situación normal en nuestras latitudes, ya que los partidos no suelen aceptar plácidamente intervenciones por libre de sus dirigentes o ex dirigentes si éstas tienen una notable incidencia en la vida política y contradicen, total o parcialmente, la política del partido. ¿Qué ocurre, pues, con Vidal-Quadras? ¿Comparte o no comparte el PP catalán las intervenciones de su eurodiputado para que el Parlamento Europeo indague sobre las vulneraciones en materia de derechos a los ciudadanos castellanohablantes que viven en Cataluña? Si las comparte es bueno que se sepa por la opinión pública, y sobre todo, creo que sería de interés para los miembros de la comisión del Parlamento Europeo. Pero si no las comparte, como parece desprenderse de algunas declaraciones de sus dirigentes, es aún más urgente que se sepa y que se actúe en consecuencia. Hasta que nadie diga lo contrario, las intervenciones de Vidal-Quadras comprometen al Partido Popular ya que fue en sus listas en las que fue elegido eurodiputado. En la medida que las intervenciones de Vidal-Quadras no pasan desapercibidas y que tienen capacidad de provocar reacciones de muchos sectores -no sólo políticos- parece sensato pensar que el Partido Popular -en caso de sentirse realmente molesto- podría llamarle la atención y quién sabe si pedirle su renuncia al cargo.Han pasado ya algunos años desde que el Partido Popular, su partido, le aparcó de la primera línea política para permitir una mejor relación entre el gobierno de Aznar y CiU, cuando el primero necesitaba de los votos del segundo para gobernar. En ese momento a Vidal-Quadras le faltó probablemente honestidad consigo mismo y con su particular proyecto y sobre todo dignidad para responder a aquellos que desde su partido lo habían apartado. Pero Alejo Vidal-Quadras prefirió mirar hacia otro lado y aceptar su destierro de Cataluña dictado desde La Moncloa a la espera de obtener alguna compensación por sus servicios prestados. El batallador Vidal-Quadras dio la impresión de agarrarse a cualquier cosa con el objetivo de no romper sus lazos con el floreciente PP y sobre todo con las posibilidades de obtener algún encargo que le evitara volver a sus clases universitarias. Una actitud a las antípodas de las que otros políticos conservadores, como Milian Mestres en las elecciones del pasado mes de marzo o antes Herrero de Miñón mantuvieron después de haber recibido en sus carnes el despecho de la dirección de su propio partido. Ahora, sin embargo, Vidal-Quadras parece querer tomar venganza y quiere demostrar que en sus decisiones no manda nadie más que él. Son en gran parte apariencias ya que cuando en verdad su dignidad como político estaba en juego la dejó escapar.

Hubo un tiempo, cuando Alejo Vidal-Quadras dirigía el PP catalán, que sus intervenciones provocaban en algunos una complicidad por su ironía (hay que reconocer en Vidal-Quadras una capacidad dialéctica por encima de la media de nuestra clase política) y también una cierta admiración -por suerte en pocos- por su desacomplejado españolismo. Algunos antipujolistas de izquierdas se sumaron casi incondicionalmente al que en la práctica se convirtió en un singular club de fans de Vidal-Quadras. Algunos de ellos han llegado realmente lejos en la asunción de los postulados vidalquadristas, tan lejos que se han acabado alejando de las organizaciones de izquierda en las que habían militado o con las que habían simpatizado (PSC, IC-V). Conscientes o no muchos de ellos han acabado abrazando un frente ideológicamente transversal que se caracteriza por ser la expresión en Cataluña del rebrote del nacionalismo español y en el mejor de los casos siendo los tontos útiles del españolismo. Ésta es, no hay ni que decirlo, una posición tan legítima como cualquier otra, pero de la misma manera que el catalanismo se muestra al descubierto es bueno que también lo hagan aquellos que mantienen las posturas propias del españolismo.

Vidal-Quadras y sus seguidores pueden seguir lanzando sus dardos contra la política lingüística en Cataluña. Incluso pueden llegar a la conclusión de que el propio poder judicial está tomado por los nacionalistas catalanes y los jueces no imparten justicia de acuerdo con la ley, sino que son un instrumento más para garantizar la imposición del catalán. Si llegan a tal conclusión -y es posible que después de la primera sentencia, de la que ayer daban cuenta los diarios, sobre los recursos contra los reglamentos de usos lingüísticos de algunas universidades catalanas los vidalquadristas puedan tener esa sensación- les sugiero entonces que no duden en acudir a las Naciones Unidas a denunciar el inicio del genocidio que en Cataluña se empieza a intuir contra los castellanohablantes.

Afortunadamente el discurso hoy del españolismo en Cataluña es tan poco elaborado y sus denuncias están tan alejadas de la realidad que perciben amplísimas mayorías de la población -sin que el lugar de nacimiento o la lengua utilizada sea motivo de diferenciación en dicha percepción- que la posibilidad que las tesis vidalquadristas o babélicas arraiguen entre la población decrece con el paso del tiempo. Lamentablemente el Parlamento Europeo queda muy lejos de los ciudadanos y permite a algunas de sus señorías actuar sin mucho rigor sin que la ciudadanía pueda tomar nota de ello. Comprometer una acción de una comisión parlamentaria para que visite in situ la realidad catalana en la búsqueda de discriminaciones por motivo de lengua es ya un poco más grave. Vidal-Quadras -y con él sus seguidores- corren el riesgo de hacer el ridículo. Pero éste es ya únicamente su problema.

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