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¿En valencià?

Miguel Ángel Villena

Una adolescente de 16 años me preguntó hace unos días para qué sirve estudiar valenciano. Debo reconocer que no encontré una respuesta fácil ni rápida más allá de las declaraciones filosóficas sobre los derechos lingüísticos de las minorías o los consabidos recursos históricos a la batalla de Almansa. Pero esas razones ya no sirven. Es decir, sólo representan un punto de partida para explicar los orígenes de la Llei d'Ús i Ensenyament del Valencià que cumple la misma edad que tiene la estudiante de Secundaria que me interpeló. Durante la última generación el uso del valenciano ha pasado de ser una aspiración cultural a convertirse en un asunto de puro pragmatismo. Así las cosas, los jóvenes se interrogan sobre la proyección social, profesional o laboral de un idioma que sigue enclaustrado en el ámbito de la vida privada. Porque los modelos de utilización pública del valenciano apenas existen.El presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, apenas sabe decir Terra Mítica en la lengua autóctona mientras la alcaldesa de la capital, Rita Barberá, reserva uno de los dos idiomas oficiales para proclamar aquello de benvinguts a les Falles. ¿Cuántos deportistas, empresarios o artistas se expresan en público en valenciano? ¿Cuántas grandes compañías privadas exigen a sus empleados que dominen los dos idiomas sancionados por la Constitución y el Estatuto de Autonomía? ¿Cuántos funcionarios son capaces de expresarse con fluidez tanto en castellano como en valenciano? ¿Cuántos periódicos, radios o televisiones utilizan la lengua autóctona que habla en sus casas la mitad de la población de este país? Cualquier sociólogo sabe que la normalización del uso público de un idioma se asienta sobre cuatro pilares: la enseñanza, la Administración, los medios de comunicación y las empresas. Los tres últimos apenas han comenzado a construirse de tal forma que el valenciano aparece como un exotismo hablado por universitarios y por habitantes de comarcas remotas. A efectos prácticos, el valenciano se ha convertido en una lengua muerta. Como el latín.

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