Retro
Este tiempo no se siente seguro de sí mismo. Y menos de su posible porvenir. Hace medio siglo, en la década de los cincuenta y los sesenta, todo el mundo se afanaba en parecer moderno: en las ropas, en las decoraciones, en la demanda de las formas de los coches y de las piscinas, en la tipología de los artefactos de uso común. Hoy, en cambio, pasarse de moderno constituye el mayor temor. La idea de modernidad ha concluido y vivimos sólo en un presente exiguo, sin referencias claras hacia el más allá. Todavía este tiempo forma parte del progreso pero rehúye verse a sí mismo como un momento cumbre de los avances, se niega a ser un no va más.La atracción que antes poseía "el último grito" y las vanguardias no es cosa de hoy. El tiempo actual se prefiere como una mezcla donde se une el presente fijo y un pretérito de tonos pastel. En el diseño del automóvil PT Cruisier o el S Type, en el Beetle o en el Mustang, en las formas de los relojes más apreciados, en el gusto por los sabores y las músicas, las bisuterías o las hechuras de antaño, se desliza ahora una melancolía continua, tal como si el siglo XXI fuera una extensión muy cruda mientras la escala del siglo XX reapareciera como un tibio resguardo para sobrevivir. El punto idóneo de la elegancia siempre reúne una dosis de antigüedad y el estilo alude sin falta a una memoria desvaída. Nuestro estilo acentúa especial e intensamente esa conspicua vocación.
Más allá del presente se abre ahora un abismo. Más allá de Internet, de la informática, de la globalización, del chat, parece abrirse un espacio superarrasado hacia el cual nos halláramos fatalmente en marcha, encarados hacia una incontrolable posteconomía, un extraño postarte, un inconcebible postsexo. Juntos, en la linde del siglo XXI, nada de la cultura o de nuestro estilo se atreve a traspasar la frontera que le lleve hacia el territorio de la postmodernidad porque ser hoy más modernos equivalente a adentrarse en un amenazante temblor. El tiempo, en fin, no se siente seguro de sí y menos todavía de su más próximo porvenir. Por eso ahora ser muy-muy actual significa, inexcusablemente, ser retro.
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