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Un negocio universal

Jan Martínez Ahrens

Las organizaciones mafiosas chinas han experimentado un imparable crecimiento gracias al hallazgo de una mercancía que les resulta extremadamente fácil de obtener, y que, una vez introducida en los mercados occidentales, les proporciona una altísima rentabilidad: la mano de obra china. Este negocio coloca cada año ilegalmente a 100.000 chinos en los países desarrollados, según la Organización Mundial de Migraciones. Casi el 90% de este contingente procede de las provincias de Zhejiang y Fujian, donde las tríadas, al igual que la Mafia en Sicilia, tiene asentados sus reales. Desde allí ofrecen a una población de escasos recursos (con un PIB per cápita 16 veces inferior al español) el sueño de la prosperidad. El precio de este viaje oscila de uno a tres millones de pesetas. Una cifra astronómica para las víctimas, pero que la organización adelanta a cambio del compromiso de su posterior pago mediante el trabajo en el país del destino. Para burlar las fronteras de la fortaleza europea las tríadas emplean todos los métodos imaginables. A España han llegado por pasos naturales desde Portugal, en pateras de Marruecos o por vía aérea desde Bolivia (en este caso trataron de despistar con su parecido con los nativos del altiplano). La vía de entrada más frecuente, sin embargo, son los países del Este, donde, según la policía, tienen facilidad para obtener visados. Desde allí, el salto lo efectúan por pasos clandestinos y guiados por los cabezas de serpiente, especialistas en pasar las fronteras que se quedan con los documentos falsificados una vez superado el peligro. Ya en la UE, la organización redondea su negocio con la colocación del producto en empresas controladas (generalmente talleres clandestinos), donde la víctima, sin capacidad de denuncia (es ilegal, desconoce el idioma del país y la tríada controla a sus parientes en China) trabaja años para saldar su deuda. Luego, al quedar libre se enfrenta a la expulsión. Un problema que la organización resuelve con el ofrecimiento de documentos falsificados al precio de un millón de pesetas. Otra deuda, otra cadena.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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