Los principales piratas y dos gigantes del disco se alían ante sus enemigos en Internet
Nuevos frentes en la batalla entre los partidarios de la música legal y la gratuita en la Red
MP3.com, a la cabeza de la piratería de música en Internet, llegó hace unos días a un acuerdo con dos de las cuatro mayores potencias discográficas, Warner Music Group y BMG Entertainment, por el que se compromete a pagar una suma compensatoria por los daños causados. También se prevé que estos dos grupos permitan que parte de sus catálogos se sumen a la oferta de MP3.com. Los rebeldes piratas de la red se convierten de esta manera en una especie de corsarios al amparo de dos de los imperios musicales más poderosos. Y es que han surgido otros enemigos.
Hasta ahora había dos bandos. MP3.com representaba la gran amenaza para la industria discográfica. Sus páginas, que permiten la descarga gratuita de cientos de miles de temas musicales, tienen un promedio de 150 millones de visitas al mes. Es la búsqueda más solicitada en la red, por encima del sexo.En el otro bando estaban los cuatro grandes imperios discográficos: Universal, Warner-EMI, Sony y BMG. Estos grupos empresariales han visto tambalearse sus pilares con la irrupción de la distribución musical en Internet. La actitud que habían asumido hasta ahora era la persecución de los infractores por la vía judicial, a través de la Recording Industry Association of America (RIAA), la asociación americana de la industria discográfica.
El acuerdo anunciado por dos de las majors el pasado 9 de junio ha dejado perplejos a los propios directivos de la RIAA, que suspendieron una reunión internacional prevista para tres días después, a la espera de conocer los detalles de este acuerdo y analizar sus consecuencias. Tampoco se han pronunciado todavía las otras dos majors que han quedado en la estacada.
Ambas partes están acercando posiciones hacia un lugar de equilibrio. MP3 abandona su empecinada posición revolucionaria y está dispuesta a pagar alrededor de 100 millones de dólares (unos 17.000 millones de pesetas) en compensación por los daños del pasado, y las grandes discográficas admiten la inevitabilidad del nuevo modelo de la distribución en línea uniéndose a ellos. Una alianza nada desinteresada que puede desbancar algunas iniciativas y servirles de defensa contra otros competidores.
Arma descargada
En el primer caso está un proyecto que las majors consideraban hasta ahora su gran arma. Durante el enfrentamiento entre ambos bandos, la RIAA creó el foro Secure Digital Music Initiative (SDMI) para el desarrollo de tecnologías seguras que permitan el seguimiento de música en Internet. La actitud de Warner y BMG puede dejar en el aire esta iniciativa poniendo la música legítimamente a disposición de los usuarios, en lugar de perseguirlos por robo. A raíz de la nueva situación, un análisis de la empresa Forrester Research aconseja acabar de una vez con el "quijotesco proyecto del SDMI", que ha sido "una pérdida de tiempo para los involucrados".
Todo esto no es casual. Si bien la posición de MP3 es la dominante, han surgido en el pasado año otros modelos que permiten obtener música gratuitamente y que han tenido inusitado éxito. Napster.com, una pequeña sociedad con base en San Mateo (California), es ahora el enemigo número uno. Se trata de un lugar donde entran en contacto los usuarios y, mientras están conectados, pueden intercambiar y descargar entre ellos, en sus respectivos discos duros, toda la música que deseen. En algunos momentos llegan a tener cerca de 650.000 referencias repartidas entre los discos duros de 100.000 internatuas, conectados al mismo tiempo. Si bien en MP3 hay un número elevado de canciones licenciadas por grupos nuevos y pequeños sellos, en Napster se juega con grabaciones de músicos conocidos. Sobre su cabeza penden ya decenas de demandas judiciales.
El pasado mes de abril, el grupo Metallica demandó a Napster pidiendo que se prohíba su utilización a cerca de 300.000 usuarios identificados por haber vendido copias de sus discos. El rapero Dr. Dre ha prometido "ajustar cuentas" a los 230.142 usuarios de Napster que lo habían pirateado. Madonna denunció hace unos días el robo de Music, una canción que todavía no está terminada y que no debería difundirse hasta dentro de unos meses. Ante estas demandas, el portavoz de Napster, Dan Wool, declaraba en su defensa: "Nosotros no almacenamos ficheros musicales, ni los vendemos, ni los intercambiamos; nosotros simplemente ponemos en contacto a la gente, que hace lo que quiere con su música. No es nada ilegal".
Tras la redada, los usuarios de Napster difundieron la consigna de cambiar rápidamente de seudónimo identificativo. Muchos de ellos, indignados, juraron que no comprarían nunca más un disco de Metallica. El productor Alan McGee, descubridor de Oasis, comentó a la prensa británica: "Me parece verdaderamente estúpido, por parte de Metallica, demandar a 300.000 de sus fans".
Renegados
Otros renegados informáticos están dispuestos a ofrecer nuevas opciones a los que quieran seguir obteniendo música gratuita. Los británicos de Metalllicster.com anuncian un proyecto que, a diferencia de Napster, no actúa a través de un servidor central -lo que ha permitido identificar a los infractores-, sino que simplemente permitirá enviar mensajes de usuario a usuario a través de la Red. Lo que reafirma la esencia horizontal de Internet, en la que ningún ordenador es dominante en el sistema. Y la clave de todo el asunto esta ahí. En Internet, la información puede entrar desde cualquier punto y, una vez dentro de la red, es accesible gratuitamente a cualquiera. ¿Se puede demandar y criminalizar a cada uno de los usuarios? ¿En qué tribunales? Es un lugar de total libertad. Los intermediarios y distribuidores tendrán que adaptarse a nuevas leyes mercantiles. Pero el problema son los artistas y el cobro de sus derechos de autor. Eric J. Norlin, un comentarista en la Red, busca un paralelo histórico a esta situación y lo encuentra en el Renacimiento. "Los artistas del Renacimiento no cobraban por la venta de cada copia de su trabajo. Shakespeare hizo gran parte de su fortuna por ser dueño de su teatro, no por la venta repetida de Hamlet".
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