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Vendidas en Londres las pruebas de imprenta de 'En busca del tiempo perdido', de Proust, por 182 millones

Isabel Ferrer

Las pruebas de imprenta de Combray y Un amor de Swann, la primera parte de la novela de Marcel Proust En busca del tiempo perdido, fueron subastadas ayer en la sala Christie's de Londres por 663.750 libras (unos 182 millones de pesetas). Se trata del récord mundial alcanzado por una obra de la literatura en francés. La nueva dueña es la fundación suiza Martin Bodmer, que posee una biblioteca pública en Ginebra. Rebosantes de notas, añadidos y correcciones, las galeradas devuelven la imagen de un autor meticuloso e incapaz de desprenderse de una obra que intentó captar la esencia de la realidad y acabó plasmando la crisis de la sociedad burguesa. De las vacilaciones de Proust, hijo de un acaudalado médico católico francés y una dama de la alta burguesía judía, dan buena cuenta las innumerables anotaciones de las galeradas vendidas ayer. El narrador evoca en Combray y Un amor de Swann los veraneos en la localidad de Combray con su familia y a dos vecinos singulares: el señor Swann y la duquesa de Guermantes, a los que veía cuando iba de paseo. Sus recuerdos desmenuzan la personalidad de los personajes que le rodeaban con un virtuosismo no exento de dificultades, como demuestran los cambios de la obra ahora vendida. Apartado de las frivolidades mundanas por voluntad propia desde 1906, a la muerte de sus padres, el autor tacha y modifica sin cesar adjetivos y párrafos de una prosa destinada a inaugurar el lenguaje narrativo moderno. "Me llegan nuevas pruebas todos los días y aún no he devuelto las anteriores. Temo que hago algo más que corregir, porque no queda una sola línea en pie del texto original", escribió él mismo en 1913 al enfrentarse a los constantes envíos de la imprenta.

Tantas correcciones acabaron por formar un nuevo texto sin publicar. Una especie de manuscrito inédito que revela el proceso creativo de un espíritu sensible exacerbado por el asma que padecía desde los nueve años. Rico, elegante, inteligente y lleno de escrúpulos acerca de su valía, Marcel Proust sublimó sus debilidades para convertirse en un guardián de la memoria. Al rememorar su vida, fue transformándola en su propia obra hasta que ambas resultaron inseparables.Años después será el momento de El tiempo recobrado, el último capítulo de su obra. Concluida la I Guerra Mundial, el retrato humano dejará paso a la recuperación de las sensaciones, olores y sabores que marcaron su infancia. La demostración de que no hay tiempos perdidos.

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