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El Cordobés, herido de pronóstico reservado

"Un chándal, una camisa y unos zapatos de deporte. Traedlo. Su mujer ya lo tiene preparado en el hotel". José Trigueros, el mozo de espadas de Manuel Díaz El Cordobés, impartía órdenes a la puertas de la enfermería. La operación ya había concluido y el listado de lavandería hacía mención a las prendas de primera necesidad una vez abierto en canal el vestido de luces. Todo en orden. Instantes más tarde, el diestro salía del quirófano rumbo a la ambulancia. Postrado en una camilla y con la tez del color celúreo de una tarde de mareo, partía camino del hospital. El ganadero y suegro del torero, Martín Berrocal; el apoderado, Victoriano Valencia; Chema, su hermano, y una nube de amigos y curiosos respiraban, por fin, tranquilos y con la mirada baja. "Lleva contusiones y magulladuras por todo el cuerpo. Ha recibido una fuerte paliza", terminaba sin protocolos el médico de la plaza, García Padrós. "Esto, a la espera de que mañana [por hoy] le hagan un escáner, es lo que justifica el pronóstico reservado", añadía el facultativo.Una cornada de cinco centímetros en la parte posterior del muslo ("herida por asta de toro en el hueco popliteo del miembro inferior izquierdo") es lo que le dejó el toro de Jandilla, el primero de su lote. El animal le hirió de esta guisa en la que fue la segunda vez que prendió el cuerpo de El Cordobés entre sus astas. En la primera ocasión le propinó una paliza de la que pareció, sólo pareció, salir indemne, aunque llevaba un puntazo corrido de 15 centímetros de extensión en la axila izquierda.Hubo una más, la tercera y última. Con la herida de la pierna abierta, entró a matar y salió volteado. Lo dicho, "una buena paliza", señalaban Benito Quinta y Juan de Dios Quinta, sus picadores. El Cordobés era conducido a la clínica de La Fraternidad y Caballero concluía su faena al quinto de la tarde.

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Un desaguisado

La carne en el asador

"Dos ovaciones", toma la palabra el de Albacete, "y ganas, todas. Yo he venido aquí a poner toda la carne en el asador". Manuel Caballero habla desde el hotel después de la ducha merecida y entre el jaleo de allegados. "Elegir un toro de Adolfo Martín es un síntoma de que este año voy a por todas", continúa. El toro del que habla fue su primero: "El animal, si no peligroso, sí presentaba muchas dificultades. Creo que lo he hecho bien. Por momentos, creía que iba a haber petición de oreja".

No la hubo con este y sí con el otro, el de Alcurrucén. "Me lo he pasado muy cerca. Quizá no ha sido una faena redonda, pero llena de intermitencias". Uno de estos relámpagos fue la espada que entró limpia hasta la empuñadura. "Una buena estocada, dos ovaciones y aún dos compromisos por delante", afirma a modo de balance parcial. El próximo, el día 9 frente a los otros de apellido Martín, los victorinos. La última cita, la corrida de Beneficiencia. En total, serán cuatro tardes. El que más.

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