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Tribuna
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El drama deportivo de la vida

Hoy, millones de españoles se sentirán afectados por el resultado de la final que se disputó ayer en París. Observado desde fuera de la afición, podrá creerse que el suceso grabado en el marcador de Saint Denis no traspasa los límites de un hecho deportivo, grande, pero recreativo. La verdad, sin embargo, es que la resonancia no distingue entre el recreo y la vida, entre la representación y la realidad; no discierne entre la levedad de un equipo de fútbol y su peso psicosocial, entre el triunfo o la derrota en un partido y su relato sobre la conciencia común. El fútbol actúa hoy, a través de sus continuas peripecias, como una radiación que decide, a través de la hinchada y la adhesión, el bienestar o el malestar del grupo y marca, con optimismo o depresión, el quehacer o los deseos de millones de habitantes. ¿Un disparate? ¿Una patología?No sólo el fútbol, el modelo deportivo, en general, se ha filtrado en los sueños de la sociedad contemporánea y funciona como una guía de la actitud, el comportamiento, la forma de enjuiciar, planear y sentir en otros órdenes. No sólo es creciente la presencia de términos, evocaciones y conceptos deportivos en el lenguaje o en nuestra acción general, sus lecciones traspasan al pensamiento y la moral. El seguimiento de un encuentro por parte de un espectador interesado, la observación de sus percances relacionados con la suerte o la justicia, con el azar o la arbitrariedad, con el esfuerzo y la recompensa, se traducen instantáneamente en diagnósticos sobre la propia cotidianidad y sobre el sentido del mundo.

La cancha se comporta como el espacio donde se representaría la existencia, como un auto sacramental con su producción de efectos exultantes o demoledores, aleccionadores de acuerdo a la suerte, el esfuerzo o los grados de la razón. Seguido con la atención de un hincha, el fútbol reproduce con fidelidad la vida. Pero, a la vez, por su gran parecido argumental empapa el ánimo de vivir. Un universo y otro, deportivo y existencial, se contemplan como metáforas gemelas y para los millones de aficionados que abrazan una expectativa como la de ayer lo ocurrido no es sólo un partido muy importante, sino el desvelamiento de un oráculo provisto de un mensaje sobre el presente y el porvenir. Perder o ganar en un acontecimiento de ese rango es más que perder o ganar en los universos de la UEFA. El club que ha llegado a transustanciar millones de almas abarca con su capacidad el aforo real y simbólico de esa multitud y bendice o quiebra con sus avatares los vaticinios de la tribu. No es extraño, pues, que la ciudad o los países aúnen su auge al triunfo del equipo o que refuercen su futuro mediante el impulso de una victoria del club principal. Lo deportivo es hoy mucho más que un espectáculo de masas. El modelo deportivo ha alcanzado una potencia central en los procesos de trabajo o de empresa y decide incluso un Zeitgeist, un espíritu de nuestra actualidad. El desarrollo en colaboración o el trabajo en equipo, la conquista del espacio en competencia con los demás, la necesidad de combinar esfuerzo con astucia, la exigencia de estrategias a corto y a largo plazo, el sentido del sacrificio y de la oportunidad, la obligación de innovar, ser osados, defenderse de los otros y atacar, de confíar en sí y no confiarse, componen una batería de principios característicos de las ciencias empresariales. Jorge Valdano no está hoy liderando al Real Madrid porque dedica su tiempo, precisamente, a la formación de nuevos líderes empresariales. Dentro, además, de las empresas modernas, la aceptación de lo que podría ser una ética deportiva, un fair play en la gestión, sea en la relación del consejo de administración con los accionistas o en el trato con los competidores, forma parte de los códigos en boga. Pero incluso en el amor, la idea de hacer del otro un supporter y un buen coach en trances importantes cunden entre las parejas urbanas. No digamos ya en la vida del sexo o del arte. ¿Fue, pues, un disparate la cobertura informativa que atrajo el partido de ayer? Depende de lo que se crea en juego. El fútbol era la forma nominal del lance, pero en la liza se exponía, en directo, la sustancia simbólica de vivir o de morir.

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