_
_
_
_
FÚTBOL La octava Copa de Europa del Madrid

El sabor de la Copa

Lo dijo Farinós al terminar el encuentro: "Era la primera vez que jugábamos esto". Y "esto" resultó un maldito y desconcertante suceso. El Valencia encajó tres goles y no logró meter ninguno pero todavía así los jugadores continuaban corriendo como si fuera posible ganar. Seguían pugnando y afanándose por llevar las cosas a su término y cumplir con un destino que habían considerado suyo antes de saltar al campo, en el campo y hasta el último silbido. De hecho, los jugadores, al concluir, presentaban ante las cámaras unos rostros espantados, como recién venidos de una convicción que se hubiere roto de súbito y sin que nada ni nadie hubiera anticipado su avería. Lo aleatorio o lo inesperado iba a ser lo más extraordinario de la liza entre dos equipos familiares, mutuamente conocidos y con las historias particulares desprovistas de toda intimidad. El Madrid conocía bien al Valencia para su mayor inquietud y el Valencia conocía bien al Madrid para su esperanza o su relativo sosiego. Por si faltaba poco, el Madrid perdió muy vulgarmente su decisivo partido de Liga contra el Valladolid y el Valencia, por el contrario, superó un gol en contra del Zaragoza hasta llegar a repetirse como el mejor club en el último tramo. En suma, mientras el Valencia había afirmado su ascenso el Real regresaba a la repetida desesperación. Se decía, con todo, que la baza del Madrid era su experiencia en la Copa de Europa pero se trataba, con ello, de ofrecer un subterfugio para aderezar las tensiones y el entusiasmo de la afición. Lo cierto es que el Valencia ha sido en buena parte de la Liga un conjunto brillante y afilado, frente a la holgura o la viscosa lentitud del Madrid. El ingenio colectivo, la velocidad de imaginación, la compenetración completa estaba en el Valencia, mientras la máquina madridista siempre pareció más encegada y vieja.

Más información
El Madrid conquista la octava por KO
'Cerdos y patos'
Farinós, cerca del Milan
Que viva el espectáculo
Cibeles, zona de guerra
Medio centenar de heridos entre aficionados y policías
Bendita improvisación
La rara trayectoria del Valencia
Del Bosque: "Soy un tío feliz"
Morientes y un gol que vale 5.000 millones

Con esos precedentes los valencianos, pintados de naranja, podían estar seguros de abrirse camino: eran más vistosos y soleados, más convincentes y perspicaces. De ahí, por tanto, que los jugadores, inmersos en la dinámica de su sistema no pudieran aceptar que jugando como sabían no fueran a obtener la victoria cabal. ¿Por qué perdió sin embargo el Valencia? Habiendo visto el partido y conservando la frialdad puede justificarse su derrota pero habiendo "vivido" el acontecimiento desde hace dos semanas este final no es fácil relatar. Ni los protagonistas del juego ni los centenares de miles de valencianos que han seguido el proceso alcanzamos a tomar la derrota como una consecuencia de la razón, pura o práctica. Más bien lo que ocurrió anoche en Saint Denis pertenece a una lógica muy peculiar, propia del peor mundo estocástico del fútbol. De ahí que Farinós mostrara su abobamiento al retirarse de la cancha. "Esto", a lo que jugaba él y los otros por primera vez, se reveló una realidad perversa capaz de transfigurar a los conjuntos en entidades diferentes y de la misma manera que el Valencia, en cuanto superestructura de juego, no podía asumir su decepción, el Madrid saltaba de asombro. Todo pues muy trasnatural, irracional, muy raro. Cabe, no obstante esperar que la próxima vez el Valencia ya tendrá sabido cómo se afronta, aparte de la preparación deportiva, un trance de este extraño y difícil sabor. Habrá aprendido, en fin, como se come "esto".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_