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53º FESTIVAL DE CANNES

Lars von Trier gana la Palma de Oro La cantante islandesa Björk, protagonista de 'Dancer in the dark', logra el premio a la mejor actriz

ENVIADO ESPECIALComo era previsible, Dancer in the dark, obra escrita y dirigida por Lars von Trier, y película favorita de la inmensa mayoría de los profesionales acreditados en el festival, ganó anoche con toda justicia la Palma de Oro, el más codiciado de los galardones cinematográficos que existen. Su protagonista, la cantante islandesa Björk, obtuvo con todo merecimiento, aunque éste es su primer encuentro con las cámaras, el premio a la mejor actriz, por su asombrosa composición del conmovedor personaje Selma, que ya es, apenas recién nacido, una leyenda del cine. El triunfo conjunto del célebre cineasta danés y de su prodigiosa medium musical islandesa, cierra una oscura presión de pequeños sectores de la cinefilia dogmática, escolástica y reaccionaria contra el espíritu libérrimo de este hermoso filme.

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Otras tres películas triunfadoras de la noche de ayer proceden de las tres Chinas (la continental, la de Hong Kong y la de Taiwan) y aportan a Occidente lecciones de buen, extraordinario cine. Una, la procedente de China continental, es la ganadora del Gran Premio del Jurado. Se titula Demonios y es la primera película que dirige el veterano actor Jian Wen, conocido en España por sus admirables creaciones en los filmes de Zhang Yimou. El enorme empuje de este vigoroso filme primerizo convierte a su director en un gran descubrimiento de este festival, que está especializado precisamente en el descubrimiento de cineastas casi inéditos que salen desde aquí catapultados a la celebridad.La segunda película china ganadora es La estancia del amor, título provisional y aproximado de una obra de altísima precisión llamada Sin título en el programa inicial del festival. Su director Won Kar-Wai procede del cine de Hong Kong, donde ha realizado obras de gran altura, aunque ésta que acaba de realizar es sin duda su mejor película. Se trata de una primorosa obra lírica, de fascinante belleza, una obra maestra que ha obtenido por su fotografía y su montaje el Premio de la Comisión Superior Técnica del Cine y, por la interpretación del gran Tony Leung, el premio al mejor actor. El ejercicio de estilo que Won Kar-Wai lleva a cabo en este delicadísimo poema, que relata el idilio de una mujer y un hombre casados que nunca llegan a materializar su amor, es un auténtico prodigio, que convierte a este cineasta en uno de los más refinados creadores de imágenes que existen.

La tercera película china ganadora anoche es una formidable crónica familiar titulada Yi Yi, dirigida por el taiwanés Edward Yang. Es un complejísimo filme de casi tres horas que se contempla con sorprendente ligereza, gracias a la maestría de su realizador, uno de los cineastas que mejor consideración crítica tiene dentro del panorama del cine taiwanés.

Irán

Otro país triunfador ha sido Irán, que se ha llevado el premio Cámara de Oro, dedicado a películas primerizas, por Un tiempo para la borrachera de los caballos, dirigido por Bahman Ghobadi. Este filme se proyectó en la Quincena de los Realizadores, al margen del festival propiamente dicho. Pero el dirigido por la jovencísima Samira Makhmalbaf, La pizarra, participó en la competición y allí obtuvo una notable resonancia, que ha sido ahora refrendada con el Premio del Jurado, un galardón que comparte injustamente con el original pero desequilibrado filme sueco de Roy Andersson Canciones del segundo piso.

Es este premio compartido, junto a la absurda mención especial al reparto completo de la película rusa La boda, dirigida por Pavel Lunguin, el único error, y no demasiado grueso, de una lista de premios inteligente y coherente, aunque pueden encontrarse en ella, si se busca detenidamente en la programación de los últimos 12 días, algunas ausencias completamente injustificadas, como la de Liv Ullmann y su extraordinaria filmación del guión de Igmar Bergman Infiel. Por otra parte, premiar al guión de Enfermera Betty es, aunque no resista la comparación con el trabajo de escritura de Bergman, un acierto, porque la película dirigida por Neil LaBute contiene un gran trabajo previo de escritura.

Otras ausencias de la lista dorada son, por un lado la excelente comedia neoyorquina, dirigida por el israelí Amos Kollek, Fast food, fast women, que es con toda evidencia muy superior a la referida película sueca que ha obtenido un premio; y por otro lado el notabilísimo y arriesgado drama del japonés Shinji Aoyama, Eureka, que ha tenido que ver refrendada su belleza y la altísima calidad de su secuencia en los dos principales premios paralelos, no oficiales, de los que daremos noticia más adelante. Finalmente, una mención a Código desconocido, la intrincada y compleja metáfora de Michael Haneke interpretada por Juliette Binoche, en vez de a la mediocridad rusa de La boda, hubiera redondeado la justicia de un reparto que se queda algo cojo a causa de estas lagunas, no fundamentales, pero sí dignas de mención.

El jurado que concedió los premios fue presidido por el director francés Luc Besson, y lo formaban la directora y actriz francesa Nicole García, el escritor también francés Patrick Modiano, la actriz española Aitana Sánchez-Gijón, el director estadounidense Jonathan Demme, la actriz británica Kristin Scott Thomas, el director italiano Mario Martone, el actor británico Jeremy Irons, la escritora hindú Arundhati Roy y la actriz alemana Barbara Sukowa.

Fipresci

Los dos premios extraoficiales más relevantes, que son los que concede desde hace 26 años el Jurado Ecuménico y el, ya indispensable en todos los festivales, de la Fipresci, organización que agrupa a la crítica periodística internacional, fueron a parar a la misma película, la japonesa Eureka, dirigida por Shinji Aoyama. El Jurado Ecuménico concedió además dos premios especiales, uno a Fast food, fast women, del neoyorquino Kollek; y otro a Código desconocido.

Merece la pena reproducir la argumentación con que se justifica el premio a Eureka, una película intimista que dura casi cuatro horas: "Por su gran belleza formal y su profundización en los valores universales, este filme conduce al espectador por un largo camino hacia la luz".

La ceremonia de clausura, como siempre de desarrollo rápido y muy sencillo, se cerró con la proyección de la película canadiense Stardom, escrita y dirigida por Denys Arcand. Es un filme muy ágil y meticulosamente organizado, aunque quizá esta virtud se vuelve contra él, pues da la impresión de que se resiente de exceso de mecánica, lo que enfría la agilidad de su secuencia y la hace artificiosa, poco espontánea. Describe el proceso de formación del mito de una top model, y logra un reflejo de la presión mediática que envuelve al vacío artístico y humano donde estas bellas mujeres se mueven hacia ninguna parte.

La película, que fue muy aplaudida por los asistentes a la gala de lujo, horas antes fue abucheada en la última de las proyecciones dedicadas a la prensa. Es este choque entre un extremado protocolo y una gran libertad de respuesta, lo que hace posible hablar de dos festivales, el centrado en el glamour y el vertebrado por el cine puro y duro. Son dos festivales paralelos, que viven casi de espaldas y nunca se tocan el uno al otro.

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