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CHINA SE ABRE AL MERCADO MUNDIAL

La larga marcha hacia el libre comercio

El régimen chino conduce la entrada en la OMC frente a resistencias y amenazas internas

El acuerdo firmado el viernes en Pekín entre China y la Unión Europea, seguido de la previsible aprobación, por parte del Congreso de EE UU, de las "relaciones comerciales normales" a título permanente, abre el camino hacia la entrada de China en la Organización Mundial de Comercio (OMC) antes de fin de año. Aplaudida por los medios empresariales internacionales, esta perspectiva de adhesión ha tenido una tibia acogida en la sociedad china. Entre el exportador de tejidos de Shanghai, que sueña con entrar en el mercado norteamericano, y el obrero de una planta siderúrgica de Liaoning (en el noreste), amenazado por el paro, los puntos de vista son diferentes, por no decir opuestos.En realidad, en China no existe debate sobre la OMC. No hay más que un discurso único, el del Gobierno, pregonado por la propaganda oficial a golpe de columnas de periódicos y programas de televisión. Dicho discurso, de inspiración reformista, hace hincapié en el argumento de que los beneficios de la OMC acabarán siendo superiores a sus costes. Los escépticos, o los adversarios de la OMC, no tienen derecho a hablar en público. Wang Xiaodong y Fang Ning, autores del libro crítico La ruta de China: a la sombra de la globalización, no aparecen citados en los medios oficiales. Ello no impide que compartan sus tesis ciertos círculos universitarios o amplios segmentos de la burocracia, especialmente las administraciones que más tienen que perder con la liberalización económica.

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30 millones de parados

Si el Gobierno les impone silencio es porque es consciente de que la situación social en China es frágil. El nuevo entorno creado por la OMC (reducción de aranceles, reestructuraciones, promoción del sector privado) desestabilizará, de forma inevitable, áreas enteras de las industrias más arcaicas (siderurgia, mecánica, automóvil). Las reestructuraciones industriales han llevado ya al paro a 30 millones de asalariados, es decir, el 30 % de la mano de obra urbana. Esta cifra tendrá que incrementarse por fuerza. Es previsible que las grandes regiones industriales del noreste y el centro, ya afectadas por movimientos de protesta, sigan siendo presa de la agitación. También puede haber tensiones en el sector de la agricultura, donde los costes son superiores en un 30% a la media internacional. La llegada de productos baratos de Estados Unidos o Europa perjudicará enormemente a un medio rural que concentra las tres cuartas partes de la población del país. Y producirá nuevas migraciones hacia las ciudades.

La esperanza del Gobierno es que el crecimiento suplementario posibilitado por la apertura de las fronteras acabe por amortiguar los daños. De acuerdo con una simulación realizada por el Centro de Estudios para el Desarrollo, un instituto que depende del Consejo de Empresas Estatales (gubernamental), la entrada en la OMC debería aportar un punto anual de crecimiento suplementario desde ahora al año 2025. Este nuevo valor añadido se alimentará de la expansión en el comercio exterior y las inversiones extranjeras. Pero dichos beneficios sólo se verán a largo plazo, mientras que los sacrificios sociales se van a sentir enseguida.

El otro gran reto al que se enfrenta Pekín es el relativo a la cohesión de su espacio económico interno. Veinte años de reformas demuestran que el florecimiento del comercio exterior y las inversiones extranjeras ha beneficiado, sobre todo, a las provincias costeras (Zhejiang, Fujian, Guangdong). El centro o el centrooeste han permanecido marginados. La reactivación de la reforma por la adhesión a la OMC sacará a la luz esas disparidades provinciales. Consciente del peligro, el Gobierno ha puesto en marcha recientemente una audaz campaña de reequilibrio para favorecer a la zona occidental.

Con la entrada en la OMC, las tensiones políticas también formarán parte del paisaje, porque los reformistas, reunidos en torno al primer ministro, Zhu Rongji, y estrechamente vigilados por los conservadores, corren peligro de salir perdiendo al menor resbalón. Por todo ello, el Partido Comunista va a mantener un estricto control del proceso. Desde su punto de vista, la OMC les sirve a las autoridades de pretexto para justificar unas reformas que encuentran resistencia local y burocrática. Sin embargo, en caso de que viera amenazada la estabilidad social o su hegemonía política, el partido no dudará en recuperar las riendas del proceso e imponer su propio ritmo. El Partido Comunista adopta la OMC para facilitar su supervivencia en el poder, no para precipitar su caída.

© Le Monde

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