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CHINA SE ABRE AL MERCADO MUNDIAL

El Partido Comunista de China lanza una ofensiva contra el "liberalismo burgués"

Se sabía que el sistema chino sufría una esquizofrenia aguda, permanentemente desgarrado entre la reforma económica y el conservadurismo político. La brecha está adquiriendo proporciones extravagantes. Justo cuando China se dispone a incorporarse a la OMC con el aplauso de la comunidad económica internacional, la dirección del Partido Comunista ha lanzado en las últimas semanas una ofensiva para imponer el silencio a un puñado de intelectuales liberales que, pese a no estar vinculados con la disidencia democrática, resultan incómodos por sus ideas. Evidentemente, una campaña de estas características contra el "liberalismo burgués" no es nada original en un régimen -todavía- comunista que ha conocido, hasta hace poco tiempo, crispaciones ideológicas mucho más letales.El partido y los intelectuales habían llegado en años recientes a una especie de acuerdo: el primero autorizaba a los segundos a pensar y publicar, aunque se salieran de la ortodoxia, siempre que no pusieran en tela de juicio explícitamente el monopolio del Partido Comunista. Sí al academicismo, no a la militancia. Así se pudo asistir, de 1997 a 1999 (periodo durante el que incrementó su poder el primer ministro reformista, Zhu Rongji), a un espectáculo paradójico: por un lado, el partido no disminuía la represión contra los disidentes; por otro, toleraba la publicación de trabajos universitarios bastante ácidos sobre el liberalismo anglosajón o la obra del premio Nobel de Economía Friedrich Hayek, maestro intelectual de Margaret Thatcher. En realidad, la paradoja era sólo aparente: el peligro, para el poder, no consistía en ser liberal, sino en ser demócrata. Y, sobre todo, la nueva tecnocracia que triunfaba con Zhu Rongji necesitaba, al mismo tiempo, estabilidad política y conocimientos audaces.

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¿Ha acabado esa etapa? Eso parecía al oír al presidente Jiang Zemin agitar, durante una visita a Cantón a mitad de enero, el espectro del "compló estratégico" de los enemigos de China, que se empeñan en "occidentalizarla" y "dividirla". Esta retórica sobre la conjura de Occidente cuando están concretándose los preparativos de adhesión a la OMC ha tenido efecto inmediato. Los intelectuales liberales han quedado inmediatamente incluidos en el índice.

La ofensiva comenzó a fines de abril con un artículo del diario Guangming que glorificaba el marxismo. En él se vilipendiaba a cuatro pensadores subversivos y se les calificaba de peligrosos transmisores de las teorías occidentales.

El más conocido del grupo es Li Shenzhi, de 76 años, que acumula títulos y honores: antiguo consejero diplomático de Zhu Enlai y Deng Xiaoping y ex vicepresidente de la Academia de Ciencias Sociales. Seguidor de la filosofía del liberalismo, el invierno pasado causó sensación al escribir un largo texto crítico sobre las fastuosas ceremonias organizadas para conmemorar, el 1 de octubre, el cincuentenario de la fundación de la República Popular. El segundo intelectual estigmatizado, Liu Junning, pertenece a otra generación. Tiene 40 años y se ha especializado en el estudio de los clásicos del liberalismo. Se declara abiertamente seguidor de Adam Smith, de Tocqueville y los federalistas norteamericanos: unas inclinaciones que le han hecho ser excluido de la Academia de Ciencias Sociales. En cuanto a los otros dos proscritos, se trata de Fan Gang y Mao Yushi, unos economistas famosos por haber defendido el sector privado. Lo irónico es que les han castigado por decir en voz alta lo mismo (la necesidad de promover el sector privado) que, en la práctica, está haciendo el Gobierno.

Su marginación revela también el nerviosismo en el que está sumido el régimen, asediado por las tensiones sociales, las nuevas espiritualidades (secta Falun Gong), la insolencia de Taiwan y una exigencia liberal que recorre sin cesar el mundo de la universidad y la prensa; mientras que la aparición de una nueva izquierda antinorteamericana ejerce presión en sentido inverso.

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