Un hombre prende fuego con gasolina a su esposa y hiere a un hijo con parálisis cerebral
La víctima, atacada mientras estaba en casa, sufre quemaduras en más del 60% de su cuerpo
Juan Solano, un agricultor de 51 años de la localidad sevillana de Algámitas, roció a su esposa con gasolina y le prendió fuego en la medianoche del pasado domingo. El agresor llevaba dos días de juerga con motivo de las fiestas de San Isidro en el pueblo, y a la vuelta de la romería que clausuraba los festejos intentó matar a su esposa, Remedios Cabrera, de 49 años, que estaba en casa cuidando del cuarto de sus hijos, de 14 años, aquejado de una parálisis cerebral. La víctima sufrió quemaduras en más del 60% de su cuerpo; el menor resultó herido leve. El agresor pasó ayer a disposición judicial.
La última vez que los vecinos vieron bien a Remedios Cabrera fue sobre las diez de la noche del pasado domingo, cuando salió a la puerta de su casa para ver cómo bajaba la gente del cerro próximo al pueblo, una vez concluida la popular romería de San Isidro. Un par de horas después, su marido le echaba gasolina por todo el cuerpo y le prendía fuego. El pequeño de sus cinco hijos, de 12 años, presenció cómo su padre se escondía para empapar a su madre con gasolina.
El ambiente festivo y el hecho de que hubiera gente por las calles le salvó la vida, ya que, cuando salió de su domicilio envuelta en las llamas, inmediatamente le echaron por encima una de las mantas usadas en la romería para sentarse en el campo. Aun así, las quemaduras fueron terribles.
Mientras los vecinos intentaban apagar las llamas que salían del cuerpo de Remedios, el agresor permaneció en el interior de la casa sin ofrecer ningún tipo de ayuda. Tan sólo salió cuando llegaron los agentes de la Guardia Civil, a los que les pidió que le curaran de las quemaduras leves que él mismo se había ocasionado cuando prendió fuego a su esposa. Tras un breve paso por la Casa de Salud, se lo llevaron al cuartelillo de Osuna y ayer pasó a disposición judicial.
También resultó herido, aunque levemente, su hijo de 14 años, que padece parálisis cerebral y al que Remedios cuidaba todo el día. El menor está ahora en un centro de la Diputación de Sevilla.
La pareja tiene otros cuatro hijos, dos muchachas de 24 y 17 años y un varón de 22, que viven en Navarra, y el ya citado chaval de 12. Todos, excepto los dos pequeños, estaban ayer a pie de cama junto a su madre.
Del que nadie habla bien en el pueblo serrano de poco más de 2.000 habitantes y una economía boyante gracias al cultivo del olivo y del turismo de montaña es del cabeza de familia. Sus vecinos le tildan de borracho y hasta de loco.
Según comentan desde el Ayuntamiento hasta la taberna, cuando agredió a su mujer llevaba dos días prácticamente borracho. Además, en el pueblo se dice que pegaba a su esposa con mucha frecuencia. Sin embargo, Remedios nunca lo denunció. Tampoco acudió a la justicia ninguno de los vecinos a denunciar las amenazas constantes que contra su esposa e hijos salían de la boca de Juan Solano cuando se le subía el alcohol a la cabeza.
El odio hacia este hombre brota hasta de sus propios hijos. El hermano de Remedios, Francisco, que trabaja como camionero en Tarragona, no se podía creer ayer el calvario que habían sido los 25 años de matrimonio de la ahora víctima. Sólo cuando la hija mayor asiente y se lo confirma se lo cree. "Sólo Dios sabe lo que ha pasado esa mujer", añade.
Los hijos, hermanos y la madre de Remedios pedían ayer desde el hospital que Solano "no salga nunca de la cárcel". Éste es el menor mal que le desean. Y al mismo tiempo, los varones de la familia advertían de que no responden de lo que pudiera ocurrir si se lo encontraran cara a cara por el pueblo.
Un tono similar de amenaza soterrada se empleaba ayer en todos los corrillos del pueblo. Solano ya no tiene a nadie en Algámitas. Eran tres hermanos, pero dos de ellos han muerto, y ahora, el otro, en la cárcel.
Ana Díaz García, una abogada que se presentó en el hospital sevillano desde el Centro de la Mujer para "ofrecer ayuda letrada" a la víctima, considera que el delito es suficientemente grave y claro como para que la condena le suponga al agresor "varios años de cárcel".
En su opinión, los jueces están tomando conciencia día a día, "sobre todo desde que entró en vigor el nuevo Código Penal". La letrada no se atreve a darle una calificación al suceso, pero el juez bien podría calificarlo como "un intento de asesinato" o como "homicidio frustrado".
La abogada Ana Díaz hace hincapié en el daño psicológico a las víctimas (a los hijos menores sobre todo) y resalta, una vez más, el drama que viven las mujeres, sobre todo las que proceden del mundo rural, que se pasan años y años aguantando los malos tratos sin atreverse a poner una denuncia.
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