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La inseguridad de las denuncias

Cada día hay más rechazo social y más denuncias contra los malos tratos en el hogar (21.782 denuncias el año pasado), pero los delitos contra la mujer aumentan sin cesar (el 22,7% más que hace diez años), y también el de víctimas mortales (42 en 1999, nueve más que dos años atrás). En el primer trimestre de 2000 fueron asesinadas 11 mujeres, según el Ministerio del Interior, y ya son 23 las fallecidas hasta mediados de mayo, si se hace más caso a la Federación Nacional de Asociaciones de Mujeres Maltratadas.Quizá porque las mujeres saben que el 82% de los maltratadores queda sin condena y puede tomarse una sangrienta venganza, sólo el 5% de los maltratos llega a denunciarse alguna vez (a lo sumo el 10%, con las estadísticas más optimistas). Los expertos subrayan esa circunstancia para advertir contra las campañas que incitan sin más a la denuncia, sin medidas paralelas de amparo y protección no sólo para las denunciantes, sino también para sus hijos. La experiencia demuestra que detrás de una mujer maltratada hay un hijo apaleado: este año ya han muerto nueve niños, agredidos por su padre o por el compañero de la madre.

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Frente a la obsesión por la denuncia de los maltratos que impera en España (lo que, en muchísimas ocasiones le cuesta la vida a la denunciante desprotegida), los expertos aconsejan centrar las campañas en los agresores. Es el modelo Suecia, donde una reciente campaña ofrecía fotos de los maltratadores, para atacar a su prestigio social y advertir de que, en muchísimos casos, el violento en el hogar es un ser angelical entre los amigos.

3.389 mujeres se refugiaron en 1999 en centros de acogida, junto a 4.000 niños, pero en España sólo hay 196 de esos centros (una plaza por cada 17.081 habitantes), mientras que 300 juristas europeos reunidos el pasado mes de abril en Calvià (Palma de Mallorca) reclaman una plaza por cada 5.000 habitantes.

En el siglo de las mujeres, estas estadísticas de la violencia doméstica (o de género, como dicen las feministas) resultan aterradoras y, sobre todo, contradictorias con el creciente protagonismo social y político de las mujeres, paralelo al retroceso del machismo. La mujer ha dejado de ser, legal y realmente, desigual a los hombres, pero hay sujetos que no lo soportan. Unos, como Otelo, matan por celos, pero muchos lo hacen por el sentido de la propiedad, que hace años se representó en España con una frase que se hizo famosa: "La maté porque era mía". He aquí ese reflejo: el 95% de las españolas muertas a manos de su pareja querían separarse del asesino.

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