Siempre nos quedará Tom Jones
Reza un viejo adagio que uno, de alguna manera, tiene siempre la misma edad. Tom Jones debe estar en este mundo para corroborarlo, porque este hombre de 60 años no sólo debe sentirse joven, sino que lo exterioriza de forma palmaria. Su aspecto sigue siendo potente y con un buen remanente de testosterona. Además, los años de profesión y los miles de escenarios pisados le han dado ese toque de distinción que le faltaba cuando aparecía con ese pelo rizado y aquellos pantalones campana en la añeja tele en blanco y negro. En cuanto a la voz, hay que ver el fuelle que tiene este tío, que jamás, y por muy difícil que sea el tema interpretado, elude el cuerpo a cuerpo en los tonos comprometidos y emociona cuando ataca las baladas a cuchillo. Mucho es este ex minero de Gales, que ahora gasta traje negro y le saca todo un partido.A su concierto madrileño asistía todo tipo de público: desde peperos con traje, gomina y sus correspondientes rubias, gente de la tercera edad que venía con la merienda preparada -alguna señora ofreció a este cronista jamón de Jabugo- y muchísimos chicos jóvenes, casi niños, que le conocen de hace bien poco y por aquello de compartir generosamente éxitos de ahora mismo con los artistas del momento.
Tom Jones Tom Jones (voz), Darren Monroney (guitarra y dirección musical), Kenny Anderson (saxo), Cristy Black, Sharon Hendrix y Darelle Holden (coros), Peter Olstad y Dan Falcone (trompeta), Les King (bajo), Frank Strauss (teclados) y Graham Ward (batería)
Palacio de Deportes de la Comunidad. 4.500 pesetas. Madrid, sábado 13 de mayo.
En medio de una sobria puesta en escena y rodeado de músicos tan brillantes como efectivos, un sonriente Jones irrumpía en escena en medio de una atronadora ovación y a los acordes de love light; igualito que los Blues brothers. Al rato atacó el Burning down the house de Talking Heads y luego su principal coartada sentimental con este país: el coreado vals Delilah. Sus caderas -no como antes, claro está- iniciaron un vaivén imparable con el She's a lady y el añejo Hard to handle, para dar luego rienda suelta al blues incontenible en tres temas de los que ponen la carne de gallina. Un par de canciones después, y a los acordes del pegajoso Sexbomb, la estrella anunciaba que se iba a los camerinos a respirar un ratito.
Viaje a Las Vegas
En la segunda parte, el cantante reapareció puntual y puso al personal otra vez a dar botes a los sones de Mama told me not to come. Así, alternando piezas lentas y movidas, Jones continuó repasando los éxitos de su último álbum, Reload, y al mismo tiempo las casi cuatro décadas que atraviesa su carrera.
Todo brilló a un nivel altísimo, y quien más y quien menos podía cerrar los ojos y sentirse por un instante en las mesas de juego de los casinos de Las Vegas. Mientras, iban adhiriéndose a la oreja joyas musicales como Never fall in love again o (What´s new) Pussycat. La traca final sobrevendría con Leave your hat on y, por supuesto, su tarjeta de visita sonora: It's not unusual, un tema de los que por sí solo vale toda una existencia.
Hay que resaltar que, a lo largo de toda la actuación, ropa interior femenina era lanzada para que el ídolo pudiera limpiarse con ella el sudor. Tal vez no fuera más que un guiño a su legendario pasado de hombre con aspecto de bomba sexual, porque lo cierto es que la ropa provenía siempre de la misma zona de espectadores: o bien era un grupo muy nutrido de admiradoras o bien alguna marca de lencería pretendía hacerse algún tipo de publicidad.
Tom Jones hizo amago de decir adiós, pero la enfervorizada multitud no se lo permitió, obligándole a salir en dos ocasiones más a interpretar temas de artistas muy diferentes a él, pero a los que Tom Jones se acerca con toda sinceridad. Así llegó el clásico de Prince Kiss, la canción que le devolvió a la plena actualidad musical hace ya dos décadas e hizo pensar a todo el mundo que la cuerda de Tom Jones es para rato.
Fue un concierto nada moderno, todo hay que decirlo, pero vibrante, caluroso, divertido y sin más pretensiones que las de hacer pasar al respetable un agradable rato de evasión con canciones de las de toda la vida. El cineasta Tim Burton lo expresó mejor que nadie en la conclusión final de su película Mars attack! Por muy mal que nos vayan las cosas en este planeta, siempre nos quedará Tom Jones. Y eso es un alivio.
Babelia
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