Castro y los niños
Por este medio quiero felicitar, en el nombre de mi familia y en el mío propio (somos cubanos), el enfoque justo y necesario realizado por el escritor cubano señor César Leante, quien apunta muy correctamente en relación con el tema del niño Elián y de las "cualidades" del presidente Castro. Es lamentable que en el siglo XX permanezcan dictadores solapados y malintencionados. En nuestro caso particular, cuando intentamos emigrar a España inicialmente debimos hacerlo sin nuestro niño pequeño, dado que por tener 15 años debió permanecer "secuestrado" en Cuba hasta recibir la aprobación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias exento del servicio militar. Debo apuntar que la edad de servicio militar oficialmente es 16 años, pero las autoridades de inmigración arbitrariamente tienen la potestad de adelantar la misma. Habría mucho que hablar, pero, como dice el señor Leante, el remolcador 13 de Marzo lo resume todo.- A propósito de la tribuna del escritor cubano César Leante (25 de abril), unas preguntas: ¿con quién cree que debería estar Elián desde el momento en que pierde a su madre?, ¿no es universalmente legal la patria potestad de su padre?, ¿cómo calificaría la dilación en la ejecución del derecho del niño a estar con su padre?, ¿habían tratado tanto al niño de seis años los familiares de Miami para quererle más que su padre y creer tener derecho a suplantar la voluntad de éste de reunirse con su hijo, torciéndola? Habla (contra Fidel sobre todo) de experiencias escolares concretas de sus hijos, decepcionantes para él. Pero en el caso de su hija, en un momento en que una directora trata de prohibirle que almuerce con su hija fuera del albergue escolar, le responde que "más responsable de mi hija que ella era yo". Y, por supuesto, se la lleva. Sobran los comentarios. En la experiencia de su hijo describe escandalizado la convivencia en el centro de estudio. No debe haber leído nada sobre internados masculinos (ni haber visto cine del tema o leído la abundantísima literatura al respecto). Este caso demuestra que el odio ideológico de los adultos les ciega hasta utilizar despiadadamente a un inocente, disfrazando hipócritamente la instrumentación como si fuera defensa.- María Eugenia Frutos
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