MB
Allí estaba el ya casi octogenario poeta, en lo oscuro, frente a los que hablaban de él con devoción y también con memoria; a su lado, y también en primera fila, muchos de sus fieles, con Dolly Onetti, la viuda de Juan Carlos, a la cabeza, y con Chus Visor -su editor de poesía en España; la ficción se la edita Amaya Elezcano, en Alfaguara- y una legión de jóvenes que acudieron todos los días a escuchar lo que decían de él y lo que él fuera a decir.Mario Benedetti, MB, en la Casa de América de Madrid. Protagonista absoluto de una semana que termina hoy con una representación de Pedro y el capitán, su obra de teatro, y que el jueves y anoche tuvieron sus puntos culminantes: el jueves recitó el poeta sus versos, y anoche, cantautores que se sirvieron alguna vez, o muchas veces, de sus versos de amor y de denuncia le cantaron al poeta. Pedro Guerra, Tania Libertad, Luis Pastor, Rosa León, Joan Manuel Serrat... ¿Quién, entre el público, no tarareó alguna vez los versos silenciosos y luego multitudinarios del autor del desexilio y del amor, del compromiso y del abrazo?
¿Lo que más le emocionó al poeta, en estos días de amor y versos, en los que su figura menuda y tímida, como de medio volante antiguo del Nacional de Montevideo, se paseó silenciosa hasta llegar a su sitio, en el medio de la primera fila? Anoche nos lo dijo: que cientos de jóvenes hayan acudido a oír lo que se decía de él y lo que él fuera a decir. ¿Por qué? "Pues porque para un viejo de ochenta años es muy conmovedor que los jóvenes se acerquen a él".
Jóvenes y menos jóvenes. José Luis Sampedro, su compadre del tercer mundo -un día se encontraron, en algún lugar de España, y ambos se reconocieron como pertenecientes al extrarradio del mundo, y desde entonces son también compatriotas-, dijo que él estaba predestinado para estar cerca de Benedetti: cuando era profesor de Economía siempre calificaba los exámenes destacados con las iniciales del poeta, MB, y acaso así tendría que haber firmado sus libros, dijo luego el poeta. Pero MB es un hombre tranquilo que desata pasiones multitudinarias: el director de la Casa de América, Tomás Rodríguez Pantoja, y el propio Sampedro recordaron en uno de los coloquios cómo es recibido Benedetti en los recitales que da por América Latina, y en España también se le trata, cuando va a recitar en público, como si fuera una estrella del rock: así, al menos, le tratan en Argentina o Uruguay los medios: que llega Benedetti, como si llegara Ricky Martin. "Y qué le vamos a hacer", dice el montevideano.
Estuve apuntando palabras, en una de las sesiones, y acaso su enunciado resume bien lo que se piensa de Benedetti, como poeta y como persona: aire (García Posada), dignidad (Nancy Morejón), pueblo (Monleón), compromiso (Rosa Regás), amistad (Gabetta), lucidez (Piñeiro), historia (Vázquez Montalbán), complicidad (Paoletti), ¡best seller en poesía! (Villena), memoria contra el olvido (Rosa Pereda).
Un actor a favor del pueblo y no contra el pueblo: así lo definió José Monleón. Monleón es el intelectual español que con más ahínco defendió siempre la identidad latinoamericana de España, y en la Casa de América aprovechó para situar a Benedetti como símbolo de esa identidad que él ha perseguido hablando de teatro, de poesía o de la vida. Su presencia allí, frente al homenajeado uruguayo, nos recordó que Monleón es también una gratitud pendiente de la cultura española, que pasa por encima de los nombres y de la historia con el descuido que habita toda desmemoria. Habló de Benedetti, claro, porque Monleón se ha pasado la vida hablando de los otros, pero seguro que Benedetti hubiera hablado de él como de los compatriotas a los que se refiere José Luis Sampedro.
Fue una semana conmovedora para el poeta, que asistió con su pequeña carpeta desgastada, donde guarda los versos y los diarios. El jueves, después de su recital, le preguntamos qué verso le había conmovido más entre los que él mismo había recitado. Y nos leyó estos dos, que están en su poema de los desaparecidos: "Ven pasar árboles y pájaros / e ignoran a qué sombra pertenecen".
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