El ADN corona a Luis XVII
El misterio que desde hace dos siglos entretenía a los monárquicos europeos y alimentaba las conjeturas de los historiadores del género se desvaneció ayer en París con la lectura de unos análisis de ADN. El niño de 10 años muerto oficialmente de tuberculosis el 8 de junio de 1795 en la prisión parisiense del Temple era, en efecto, Luis XVII, el heredero legítimo del trono de Francia.Contra lo que rezaba la leyenda propagada por los monárquicos de la época y sostenida ininterrumpidamente hasta ahora, el príncipe Louis-Charles Capet, hijo del último rey de Francia, Luis XVI, y de la reina María Antonieta, no escapó de la prisión ni pudo dar continuidad a una línea sucesoria clandestina que llegaría hasta nuestros días. Dos años después de haber perdido a sus padres bajo la afilada hoja de la guillotina, el joven príncipe cautivo entregó su vida en la torre del Temple, tal y como proclamaron entonces las autoridades revolucionarias.
Los análisis del código genético extraído a dos pequeños fragmentos del célebre corazón que se conserva en la basílica de Saint Denis, al norte de la capital francesa, no dejan lugar a dudas. "Es el corazón de Luis XVII", sentenciaron ayer los profesores Jean-Jacques Casiman, de la Universidad de Lovaina (Bélgica), y Ernest Brinckman, de la de Münster (Alemania), tras mostrar las similitudes existentes con el ADN obtenido de los cabellos de la reina María Antonieta y de dos de sus hermanas. Providencialmente, el mechón de pelo que la desafortunada María Antonieta legó a su madre, Marie Thérèse de Austria, antes de ser decapitada ha permitido ahora a los investigadores establecer la verdad científica.
Para mayor seguridad, los estudiosos han analizado también el código genético de dos descendientes actuales de los Habsburgo: André de Borbón-Parma y su hermana, Ana de Rumania.
De buenas a primeras, los expertos acaban de poner término a las disputas periódicas suscitadas por los ilustres oportunistas, hasta un total de 43, que, preferentemente a lo largo del siglo pasado, se erigieron en herederos legítimos del trono. En el caso de uno de los más famosos pretendientes, Charles Guillaume Naundorff, la superchería ha quedado probada mediante otro análisis de ADN que muestra que este curioso personaje -relojero de profesión- no tenía una gota de sangre azul, pese al crédito que le otorgó buena parte de la nobleza europea.
De paso, los científicos han arruinado todo un género bibliográfico, a medio camino entre la novela historiada y la especulación histórica del tipo de Tras la pista de Luis XVII o El enigma del niño del Temple, que cuenta con más de 800 obras en su haber. El resultado supone un duro golpe para todos aquellos sectores que jugaban con la teoría, pretendidamente romántica, del regreso a Francia de un heredero legítimo que instauraría la ley y el orden naturales y acabaría con la unificación europea y la mundialización.
Una sensación de desencanto ha debido de instalarse en algunos castillos y palacetes europeos, sobre todo en los de las familias de los orleanistas, herederos del duque de Orleans, hermano de Luis XIV, que siempre fueron los más entusiastas partidarios de la teoría desmontada ayer.
Con todo, el dictamen científico no modifica por sí mismo la querella de fondo que enfrenta a estos últimos con la otra familia del monarquismo francés: los legitimistas, partidarios de la línea sucesoria de los Borbones españoles y descendientes por vía directa de Luis XIV.
Precisamente, la iniciativa de someter el caso al criterio de la ciencia partió el pasado año del legitimista duque de Beauffremont, que no desperdicia la ocasión de recordar que un antepasado de Henri d'Orleans, en concreto Philippe Égalité -Felipe Igualdad-, duque de Montpellier, votó a favor de que Luis XVI fuera guillotinado: Philippe habría actuado así en la creencia, errónea, según muestra la historia, de que salvaría de ese modo su propia cabeza.
El venerado corazón de Luis XVII, que fue rescatado por los fieles monárquicos y conservado en alcohol en las tumultuosas décadas de la Revolución Francesa, será ahora devuelto a la necrópolis de los reyes de Francia en Saint Denis, con el certificado científico de reliquia.
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