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Los petimetres de Sestao

Que el concejal Félix Eguiluz considere que en la remodelada plaza de Sestao no pueda ponerse cualquier escultura anodina me parece del todo legitimo. El Casco exige algo auténticamente relevante para recordar la laboriosidad de este pueblo. Otra opinión merece la poco afortunada intervención del alcalde Segundo Calleja al censurar una humilde fotografía de la recién inaugurada edición de Ezkerraldea Plastika. La acusación ha sido: pornografía, un termino complejo en su definición que se ha utilizado con toda su carga peyorativa. En definitiva, se trataba de media docena de fotografías (de 8x10cm), diluidas en un montaje de 270, donde dos jóvenes homosexuales se besaban y practicaban sexo oral. Algo practicamente inapreciable en el conjunto, acotado por un contexto que impide el desbordamiento de interpretaciones para cualquier espectador despejado de obsesiones pueriles y aberrantes, pero escandaloso para quienes no terminan de solucionar los numerosos problemas que plantea el municipio y precisamente no destaca entre ellos, al menos aparentemente, el desorden sexual que sí el urbanístico.El trabajo motivo de este incomprensible barullo lo ha presentado Itxaso Diaz (Barakaldo, 1974) en una exposición colectiva con otros artistas de su edad: Marina Mendieta, Mentxu Fernandez y Leandro Alzate. Esta mujer se ha formado en las aulas de la Universidad del País Vasco, en la Facultad de Bellas Artes. Su pasión por la fotografía la encontró en el ámbito académico, hasta entonces poco sabía de la cámara oscura. Fueron Kontxa Elorza, A. Laucirika o Patxi Cobo quienes, entre otros, le abrieron los ojos hacia esos territorios. Después de culminar su licenciatura con brillante expediente, ahora realiza sus cursos de doctorado y piensa en una tesis sobre Responsabilidad social del artista fotográfico en el ámbito cultural de occidente. Algo que debiera dar que pensar a sus censores. Más cuando se paga sus estudios trabajando en una tienda de fotografía como dependienta, escaparatista y manejando el minilaboratorio. Su trayectoria artística esta en el punto de partida. Las ideas están fermentando y se decantaran con un buen trasiego. La orientación se dirige hacia una denuncia social para transformar y mejorar el mundo. La materia prima se extrae de vivencias cotidianas. Imágenes para una critica a lo socialmente establecido que lo plasmó provocando encuentros entre jóvenes a los que cambiaba su personalidad, un chico se manifestaba como una chica y al revés. Su intención es contar historias de los entornos menos favorecidos desde una clave artística, donde combina textos e imágenes. Su tendencia por las series puede encontrar sin querer raíces en el cine o la televisión, pero carecen de una estructura significativa precisa y se abren hacia un amplio universo de interpretaciones.

En este último trabajo ha incorporado retazos de una fiesta entre compañeros donde, entre otros muchos aspectos, no falta el sexo. Una preocupación en la que se han manifestado numerosos autores. Ella cita a la norteamericana Nan Goldin en su Balada por la independencia sexual, Humberto Rivas con la transformación de Violeta la burra o los retratos de prostitutas del japonés Noboyoshi Araki. Pero contenido aparte, su estilo recuerda más al holandés Jan Dibbets y sus paisajes panorámicos realizados en los años setenta. Una serie de clichés montados uno al lado del otro, en ocasiones con cierto toque humorístico, que confrontan al espectador a una doble visión. La de cada una de las unidades por separado y el impacto global de toda la estructura. Dos facetas donde reside el juego entablado con el espectador, véase el origen del placer o la diversión.

Tristemente algunos se han sentido heridos y han manifestado su desprecio por estos ensayos.Una reacción que manifiesta un flaco concepto del arte, la cultura y, sobre todo, de la libertad de expresión. Síntoma de pobreza intelectual que no merece Sestao, un absurdo puritanismo clerical que ve demonios en todas partes.

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