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Kadaré cree que la literatura tiene su propia libertad y sus leyes El escritor albanés publica la novela 'Spiritus'

Amelia Castilla

Serio, reflexivo, trajeado y con sus eternas gafas, el escritor albanés Ismaíl Kadaré (Gjirokaster, 1936) aseguró ayer, durante la presentación de Spiritus (Alianza Literaria), su nueva novela, que la literatura tiene su propia libertad y que es ajena a las dictaduras o a las democracias. El padre de la literatura albanesa aseguró que la reintegración de los Balcanes en Europa será un éxito para el continente: "Se plantea la necesidad de una reconquista, no en el sentido religioso, sino en el de la civilización".

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Para ilustrar sus palabras sobre las leyes de la literatura y la frontera que la separa de los calendarios políticos, Kadaré contó la génesis de la novela que ahora se publica en España: escribió Spiritus de forma muy condensada, hace 20 años, bajo el régimen comunista de Enver Hoxa, pero entonces trasladó el tema a China, por circunstancias políticas, y la integró en otra novela, El concierto. Como los hechos reales que se cuentan en la novela habían transcurrido en Albania, Kadaré retomó el tema con posterioridad. Spiritus narra la llegada a Albania de un equipo investigador de fenómenos paranormales cuya misión será verificar la captura de un espíritu por parte de la policía política. Hizo algo parecido con otra novela, La pirámide; sólo que esta vez escribió la mitad en Tirana y la otra mitad cuando ya había abandonado su país (1990) y vivía en París: "Creo que ahora nadie sabría distinguir lo que escribí en libertad y lo que escribí bajo una dictadura". El autor de El palacio de los sueños vive todavía entre Albania y Francia, aunque cada vez pasa más tiempo en su país natal. "No tengo motivos, sobre todo políticos, para permanecer en Francia, pero se trata, sobre todo, de cuestiones de trabajo", explicó Kadaré, cuyo editor francés prepara una edición en albanés de sus obras completas.

A Kadaré, que está considerado como uno de los autores más importantes de la segunda mitad del siglo XX, le horroriza hacer predicciones, pero cree que la humanidad necesita cosas que sean eternas y que no cambien como los libros. El escritor albanés opina que "hay cosas que si se modifican es para seguir existiendo porque en la naturaleza humana las transformaciones se producen tan a largo plazo que le llevan a uno a preguntarse si de verdad está cambiando algo". Como anécdota para ilustrar sus palabras sobre la necesidad humana de leer, Kadaré recordó que cuando era joven estaba de moda decir que el amor no se llevaba. "Eran los tiempos de la revolución sexual y la gente se quería mucho, pero no lo expresaba con frases grandilocuentes. Cuando aquello acabó volvieron las palabras y la gente volvió a utilizarlas de forma natural".

El amor y las palabras

Además del amor y de las palabras, Kadaré habló de su país y de la situación política de los Balcanes. Sobre Albania aclaró que, como todos los antiguos países comunistas, atraviesa problemas económicos, políticos y morales, pero ha detectado también cierta tendencia a cargar las tintas con los temas relacionados con las mafias de las drogas y los refugiados. "Los países pequeños se vuelven interesantes cuando sufren un drama", añadió, aunque reconoció que Albania atraviesa una transformación difícil.

El autor de El general del ejército muerto negó que su nueva novela tenga algo que ver con la literatura fantástica. No le gusta hablar ni de géneros ni de categorías. "A nadie se le ocurriría decir que Macbeth es una novela histórica, es una obra maestra y punto". Igual de tajante se mostró al ser interpelado sobre la modernidad literaria: "La literatura de hace 3.000 años y la que se hace ahora utiliza los mismos medios. Siempre hay una vuelta atrás y un retorno porque la humanidad necesita modernizarlo todo. Pero ¿quién es más moderno, Joyce o Cervantes? ¿quién es más clásico, Cervantes o Sofocles?", concluyó.

Kadaré, eterno candidato al Premio Nobel de Literatura, sólo esbozó una pequeña sonrisa cuando se le preguntó si la entrega del galardón de la Academia sueca a un escritor albanés supondría una reconciliación con la masacrada cultura balcánica. "Animaría mucho las cosas", comentó. "Sería como decir hacéis muchas tonterías, pero también sábeis hacer otras cosas".

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