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Reportaje:

La demanda de libros se ha estancado en España, pese al aumento de títulos La Federación de Editores pide que las bibliotecas escolares estén abiertas al público

Miguel Ángel Villena

"Los libros nunca han sido bien vistos por la sociedad española". Lo podía haber dicho más alto, pero no más claro. De este modo llamó ayer la atención Antonio María Ávila, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), al presentar un estudio sobre el mercado del libro durante la última década. Con una demanda estancada y con la mitad de la población adulta que no lee ningún libro, el panorama no invita precisamente al optimismo cultural, pese al espectacular aumento de los títulos publicados: más de 52.000 en 1998.

Una y otra vez tratan los editores de explicar el abismal desfase entre el número de títulos publicados -que sitúa a España como una de las potencias mundiales- con los índices de lectura, más propios de países subdesarrollados y con altas tasas de analfabetismo. "Influyen muchas razones", comentó ayer Ávila a un grupo de periodistas. "En primer lugar", agregó, "la escolarización hasta los 14 años se implantó en Francia en 1912, y en España, en los setenta; nuestra red de bibliotecas resulta insuficiente a todas luces, un clima benigno invita menos a la lectura... En fin, podríamos decir que España sufre un trasfondo cultural, histórico y religioso, muy poco adecuado para el fomento de la lectura. Gracias al cielo, existe América, porque los países hispanohablantes son el destino de parte de la producción española".No obstante, los autores del estudio y los responsables de la federación coinciden en que, de los más de 52.000 títulos que aparecen como publicados el pasado año en España, cerca de un 40% son en realidad reediciones. "Nuestros criterios para considerar un título como nuevo difieren de los que utilizan otros países europeos", manifestó Martínez Alés.

Campañas publicitarias

Al tiempo que pedía mejores y más continuadas campañas publicitarias de promoción de la lectura, Antonio Ávila lanzó la novedosa propuesta de que las bibliotecas de colegios, institutos y universidades se abran a los barrios y pueblos donde se sitúan. "Se trata", indicó el director de la Federación de Editores, "de abrir las bibliotecas como si fueran polideportivos, o sea, más allá del horario lectivo y también durante los fines de semana para que cualquier ciudadano pueda leer o consultar libros con facilidad".

Tras destacar las reticencias que muchas editoriales habían ofrecido a la hora de facilitar datos, Rafael Martínez Alés, coordinador del estudio Diez años de comercio interior del libro en España, 1988-1998, pidió al Gobierno que haga cumplir la Constitución y la Ley de Propiedad Intelectual en todo lo referido al sector. Entre las demandas de las editoriales -compartidas por librerías y distribuidores-, Ávila destacó el fomento del castellano en las nuevas tecnologías, una legislación de propiedad intelectual adaptada a la lucha contra la reprografía y a las nuevas tecnologías y las peticiones ya citadas de apertura de bibliotecas y campañas de fomento de la lectura. "Las administraciones no conceden importancia económica a la cultura", apostilló Martínez Alés. La Federación de Editores pidió ayer públicamente una política de Estado para el libro a 10 años vista, y para ello ya han mantenido reuniones en los últimos meses con los grupos parlamentarios.

Los datos del estudio confirman una estabilidad en el sector a lo largo de la última década. Así, mientras a finales de los ochenta el número de firmas editoriales ascendía a 572, el pasado 1998 funcionaban 624. Ahora bien, muchos sellos aparecen y desaparecen a razón de un centenar al año. De cualquier modo, se observa una cierta ruptura del bipartidismo de Madrid y de Barcelona a la hora de la concentración de las sedes. Mientras en 1989 el 91% de los sellos estaban radicados en las dos principales ciudades, en la actualidad esa cifra se ha reducido al 81%. Esta tendencia obedece a la mayor descentralización cultural, así como a la implantación y extensión del bilingüismo en cinco autonomías (Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, País Vasco y Baleares).

Concentración editorial

La concentración editorial representa un fenómeno que va en aumento, no sólo en España, sino en el resto de países europeos. La facturación total en el comercio interior del libro se eleva a unos 400.000 millones de pesetas, pero resulta revelador que apenas un 4% de las firmas editoriales abarquen el 70% de esa cantidad. Idéntica concentración se aprecia en la distribución geográfica de la facturación, es decir, de la venta de libros, porque cuatro comunidades autónomas recogen más del 60%. Se trata de Cataluña (23,7%), Madrid (20,7%), Andalucía (12,5%) y la Comunidad Valenciana (9,4%).

En cualquier caso, los editores piensan reforzar las ediciones de bolsillo, la adaptación del libro del mercado tecnológico y el aumento de las tiradas medias. "Las tiradas medias son muy bajas", se lamentaron.

Unos leen mucho, otros nada

La mitad de los españoles adultos no lee nunca ningún libro. El escalofriante dato aparece tanto en las estadísticas oficiales como en los estudios de entidades independientes como la Sociedad General de Autores y Editores o la Federación de Gremios de Editores de España. ¿Cómo es posible entonces que la industria editorial viva tiempos boyantes y que la producción española de libros sea la quinta del mundo y la tercera de Europa? Pues dos son las respuestas básicas. La primera apunta a la exportación a los países hispanohablantes de América, incluido Estados Unidos.

La segunda contestación pasa por esa "amplia minoría devoradora de libros", en palabras de muchos editores. Así las cosas, la cuarta parte de los españoles adultos compra, y hay que presumir que lee, dos o tres libros al mes, entre 20 y 40 al cabo del año.

De todas formas, conviene recordar que entre los 52.493 títulos publicados en España a lo largo de 1998, una buena parte corresponde a libros de texto, enciclopedias, diccionarios o cómic. El apartado puramente literario engloba 8.998 obras de narrativa, ensayo o poesía; 10.326 títulos de infantil y juvenil; y otros 12.154 libros agrupados bajo el epígrafe de textos no universitarios.

Pero uno de los aspectos que más preocupa a los editores se refiere a la fugacidad de los libros en el mercado, a la permanencia en catálogo de las obras, a la celeridad de aparición y desaparición de novedades. Los datos de otros países cercanos devienen elocuentes. En Francia, los fondos disponibles representan entre 20 y 30 años de novedades; en Alemania, 15 años; y en Inglaterra, cerca de 18. En cambio, en España la descatalogación de un libro se produce apenas tres o cuatro años después de su salida al mercado. Esta gravísima deficiencia es criticada por todos los sectores del libro, pero hasta ahora nadie le ha puesto el cascabel al gato.

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