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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alternativa en Álava

A más soberanismo, menos territorialidad. La fórmula, acuñada por Kepa Aulestia, antiguo secretario general de la desaparecida Euskadiko Ezkerra, se revela cada día más atinada. Hace años que la persistencia de ETA arruinó los esfuerzos del nacionalismo vasco por atraer a los navarros; la radicalización soberanista del PNV (y EA) está alejando ahora al territorio alavés del nacionalismo. Su pérdida de control sobre Caja Vital, materializada ayer con la elección de un presidente avalado por el PP, el PSOE y Unidad Alavesa, es un efecto derivado de ese alejamiento. Ello compromete el proyecto nacionalista de creación de un banco público vasco nacido de la fusión de las tres cajas de Euskadi.Ya en los años de la República, el escaso entusiasmo de los alaveses planteó problemas de encaje de ese territorio en el estatuto vasco. De ahí que el PNV se empeñara, tras las primeras elecciones autonómicas, en designar a Vitoria capital de la comunidad, con la esperanza de favorecer una mayor penetración del ideal patriótico. Así pareció ocurrir en los primeros años de autonomía, de forma que a mediados de los ochenta las formaciones nacionalistas llegaron a agrupar el 54% de los votos de los alaveses. En las elecciones del mes pasado no superaron el 27%: justo la mitad. Ya en 1999, el PNV perdió la alcaldía de Vitoria y la Diputación. En ambos casos, a favor del PP, que contó con el apoyo de los socialistas. Éstos aplazaron hasta después de las legislativas la posibilidad de un acuerdo político que garantizase la estabilidad de la alianza.El PSE decidió la semana pasada dar ese paso. No sólo por los resultados de las elecciones, sino porque entretanto se produjo la ruptura de la tregua y el asesinato de su portavoz parlamentario, Fernando Buesa. Su sucesor, Javier Rojo, ha dicho que un pacto PP-PSOE, imposible en el resto de España, era necesario en Euskadi en defensa de la libertad, porque la situación es de excepción. El acuerdo sobre Caja Vital es un primer efecto de esa disposición. El PNV intentó evitarlo con un acuerdo de última hora con EH, lo que ha puesto en evidencia el relieve que concedía al asunto y también la debilidad de su posición política: forzado a apoyarse en una formación con la que ha tenido que romper un acuerdo de gobierno por su negativa a distanciarse de los atentados de ETA y la kale borroka.

Álava se ha convertido en prueba viviente de los límites del proyecto rupturista en que se ha embarcado el PNV y también en laboratorio de ensayo de alternativas a la hegemonía nacionalista. El PSOE vasco ha acordado descartar cualquier acuerdo institucional con el PNV. Si se suma a la negativa del PP deja sin sentido la ronda de conversaciones propuesta por Ibarretxe en busca de una salida que impida la convocatoria anticipada de elecciones. La conclusión es que no sólo es improbable una entidad política que agrupe al País Vasco, Navarra y País Vasco francés, sino que el nacionalismo puede pagar su aventura soberanista con la pérdida del Gobierno autónomo.

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