La bioética y la ética del mercado
El martes 21, este periódico publicaba la noticia de que el Gobierno británico autorizará que las compañías de seguros pidan pruebas genéticas a sus posibles clientes para determinar su predisposición a sufrir enfermedades. Los consumidores, decía el artículo, temen que las empresas rechacen a las familias con males hereditarios. El temor es evidentemente fundado. Aunque actualmente el número de enfermedades genéticas detectables es relativamente bajo, dentro de muy pocos años se podrá determinar con facilidad la predisposición que cada uno de nosotros tiene a sufrir un gran número de enfermedades. Si las cosas siguen por este camino, muchos podrán ser discriminados desde el nacimiento por tener más posibilidades de caer enfermos.¿Dónde nos llevan los nuevos avances de la genética? Mucha gente empieza a mirar con recelo una ciencia que parece abrir más problemas que soluciones. Pero ¿es realmente la ciencia el problema? En el caso expuesto más arriba, la posibilidad de saber con una cierta precisión el riesgo de un determinado individuo a padecer una enfermedad debería de permitir, por ejemplo, tomar las medidas adecuadas para que, una vez la enfermedad se manifieste, se pueda actuar con celeridad. Creo que la gran mayoría de la gente estaría de acuerdo en que esto supone un gran avance. Es cierto que estas grandes posibilidades plantean también problemas nuevos sobre los cuales hay que reflexionar con detenimiento. ¿Hasta qué punto es deseable que una persona sea consciente de todos los riesgos que lleva inscritos en su genoma, cuando muchas veces la medicina no ha avanzado suficiente como para curarlo una vez enferme? Pero este tipo de cuestiones nada tiene que ver con que esta información genética pueda ser utilizada para discriminar, en lugar de ayudar, a quien se someta a estos análisis.
Nos hemos acostumbrado tanto a la "lógica del mercado" que nos parece muy normal que los "buenos conductores" sean premiados por las compañías de seguros, mientras que los imprudentes o los que han tenido la mala suerte de tener un accidente paguen más. Dentro de la misma lógica, parece normal que las primas de las mutuas sean más caras para la gente mayor. Y de hecho es lógico si la gestión de la salud tiene que regirse por las normas que impone el mercado. Pero quizá habría que empezar a preguntarse si el recelo que despiertan los avances científicos no tiene su raíz en algo que nada tiene que ver con la ciencia.
Ciertamente necesitamos reflexionar sobre los nuevos problemas éticos que plantea la ciencia, pero no nos engañemos, la mayoría de estos problemas son manifestaciones de la falta de "ética" del sistema de mercado que no se solucionarán imponiendo restricciones a la ciencia, sino al mercado.- Científico titular del CSIC.
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