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FERIA DE LA MAGDALENA

Aparicio hizo así

Julio Aparicio se descaró con el público, y fue e hizo así. Con la mano lo hizo. Como diciendo: "Sus daba a la remanguillé...". No es que estuviera enfadado. Era una cosa cariñosa, también un poco llevado de los nervios.Había ocurrido que el público castellonense le armó una bronca terrible a Julio Aparicio en su primer toro. No por nada sino porque no dio ni una y se lo quitó de en medio a la velocidad del rayo. Naturalmente cuando Julio Aparicio compareció en el siguiente turno parte del público ya la tenía tomada con él, le denostaba, le voceaba referencias, ora escabrosas, ora escatológicas. Y Julio Aparicio, lejos de tomar venganza (por ejemplo, diciendo "Ahí sus quedáis", e irse), le presentó el capote al toro y lo embarcó a la verónica con quietud y gustosa armonía.

Hernández / Aparicio, Morante, Ramírez Toros de Domingo Hernández, discretos de presencia; varios, sospechosos de pitones, muy flojos, manejables; 4º y 5º, bravos

Julio Aparicio: pinchazo hondo trasero y rueda de peones (bronca); pinchazo y estocada corta muy trasera (petición y vuelta). Morante de la Puebla: estocada atravesadísima que asoma, rueda de peones, estocada ladeada y rueda de peones (palmas); pinchazo hondo caído, rueda de peones -aviso- y tres descabellos (aplausos). Alberto Ramírez: estocada caída y descabello (oreja); bajonazo (palmas). Plaza de Castellón, 31 de marzo. 6ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Hubo una reacción de sorpresa: ¿Sería posible, estaríamos soñando? Y aún siguieron las esotéricas novedades: quitó Morante de la Puebla con dos verónicas y media cargadas de aromas, e inesperadamente, sin duda espoleado en su amor propio, se dirigió Aparicio al toro, lo meció a la verónica en una nueva versión -que es la suya-, remató los lances ciñendo la media belmontina y la revolera, y se marchó de allí más chulo que un ocho.

Entre el Julio Aparicio del primer toro y el del cuarto había tanta diferencia que no parecían el mismo. En el primero, nada más abrirse de capa, el toro se la arrebató, y viéndose indefenso ante la alborotada fiera, se quitó la montera de un zarpazo y huyó despavorido al burladero, a donde llegó con los pelos de punta. El susto no le debió pasar y trapaceó de muleta sin atreverse a dar ni un solo pase.

Al cuarto, en cambio, le dio muchos. Demasiados, quizá, por la izquierda y por la derecha, en interminable alternancia, sin que saliera de allí faena redonda. Hasta que logró ligar unos naturales, cerró con el de pecho, se enardeció el público y Julio Aparicio pegó entonces un puñetazo a la remanguillé mirando al tendido, como diciendo: "Sus daba así..." Y, en fin, pudo cortar la oreja, pero no la cortó por culpa del presidente.

El presidente incurrió en agravio comparativo pues unos minutos antes se la había regalado a Alberto Ramírez. Barruntan los expertos que el regalo obedecía a que Alberto Ramírez es de Castellón, mas los custodios del Arca, que tampoco faltan en esta acogedora tierra, sostenían que esa no es razón suficiente para cortar una oreja. Se puede ser de Castellón muy dignamente sin necesidad de ir por el mundo con una oreja peluda en la mano.

Las dos faenas de Alberto Ramírez, ambas con boyantes toros, tuvieron parecido corte. Muy decidido el torero, el temple no le hacía juego al ánimo; los pases quedaban cortos; las tandas, desligadas, y practicaba un muleteo vacío de fundamento. En las postrimerías de las faenas se ponía encimista, ahogando las embestidas. Y si este recurso provocó aplausos en su primer toro (de ahí la oreja), en el otro suscitó silbidos.

Entremediano iba Morante de la Puebla, dicho sea en el sentido literal y en el figurado. Es torero artista, según tiene demostrado, y sin embargo en la tarde de autos anduvo de pegapases voluntarioso, aunque sin macizar las faenas ni infundir sus reconocidos soplos de gracia. Salvo en las trincherillas y los pases de la firma, ciertamente, al estilo de las verónicas aquellas que espolearon a Julio Aparicio y le pusieron como una moto.

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