Un montaje
Anunciarse El Juli con los victorinos en plan fazañoso, andar diciendo el ganadero que había preparado un corridón de toros, despertar entrambos una expectación inusitada y que luego salgan los tales victorinos tipo gato, doblando las patitas y convertidos en hermanitas de la Caridad, eso no es una gesta; es un montaje.Le salió bien a El Juli el montaje -y al ganadero de paso- ya que acabó cortando dos orejas, lo sacaron a hombros por la puerta grande, y aquí paz, después gloria. Pero si se desglosa del éxito el triunfalismo propio de un público metido en feria, el balance de El Juli, de Victorino y de la propia fiesta resultan paupérrimos. Rascas, y queda la evidencia de que allí no hubo ni toros, ni toreo, ni -si se apura- apenas nada que contar.
Victorino / Mora, Moreno, Juli Toros de Victorino Martín, sin trapío, varios anovillados, flojos, la mayoría inválidos; 2º y 3º impresentables, y éste, que saltó al callejón, sospechoso de afeitado
Todos nobles, y 2º y 6º de extremada bondad. Juan Mora: media y dos descabellos (ovación y salida al tercio); media estocada caída, rueda de peones y descabello (insignificante petición, ovación y salida al tercio); asistido de puntazo leve en región perianal. José Luis Moreno: pinchazo hondo tendido perdiendo la muleta, pinchazo caído, estocada tendida y rueda de peones (vuelta); estocada caída y rueda vertiginosa e insistente de peones (oreja). El Juli: pinchazo y estocada corta baja (algunas palmas y pitos, y saluda); estocada perdiendo la muleta (dos orejas); salió a hombros. Plaza de Castellón, 30 de marzo. 5ª corrida de feria. Lleno.
El toro tercero provocó el único incidente reseñable de la función. Ocurrió que nada más saltar a la arena emprendió veloz carrera y saltó al callejón. Lo hizo junto al burladero de capotes, donde estaban las cuadrillas, que se precipitaron a saltar al redondel. A Juan Mora no le dio tiempo y se aupaba sobre las tablas, le alcanzó el toro, derrotándole con incivil insistencia salva sea la parte.
Vuelto el toro al ruedo, las asistencias se llevaron a la enfermería a Juan Mora, que iba dolorido y desmadejado, y quedó la impresión de que llevaba tremenda cornada. El Juli incluso brindó el toro a uno de los peones de Mora, se supone que para manifestar su condolencia. Sin embargo no había sucedido nada irreparable: un puntazo y a correr. Para su siguiente turno, ya estaba Juan Mora de nuevo en la plaza, tan entero y tan serrano.
El toro del percance era una birria, a decir verdad. De su salto al callejón salió con un cuerno escobillado y el otro se le fue abriendo a medida que tocaba petos, percales y franelas, hasta quedar trasmutado en una mísera brocha gorda. Y, además, se caía. El Juli le floreó quites, lo banderilleó fatal, lo muleteó con bastante vulgaridad y en los tendidos empezó a cundir la decepción.
Llegaría el desquite en el sexto, otro gato, cuya invalidez obligó a simularle la suerte de varas. El Juli volvió a instrumentarle floripondios, a banderillearlo sin gracia y le aplicó una faena propia de los más consumados pegapases. Una faena planteada casi toda por naturales, aunque sin ligazón, sin invocar la magia del arte (ni ganas de intentarlo, al parecer), encimista y adocenada. No obstante mató a la primera, cortó las dos orejas, y le valió para seguir tirando. El cartel y la fama quedaron a salvo.
Toreo bueno lo realizó José Luis Moreno en una tanda de redondos al segundo de la tarde, otra birria -por cierto- en loor de santidad. Esa tanda de redondos la ligó con templanza y hondura e hizo presagiar faena grande; mas las siguientes -y otras al natural- ya fueron quitándose en los remates, o corriendo por las buenas, que es el truco habitual de los pegapases. Al quinto, que empezó a embestir pronto y boyante, lo toreó Moreno de igual manera. Aunque sólo un rato pues, a poco, se puso encimista y el toro a quedarse aplomado. Ahogar las embestidas se llama esa figura. El público festero, no obstante, lo tomó a valor espartano y le desbordó la emoción, con lo cual José Luis Moreno se llevó otra oreja, que enriquecerá su palmarés.
Toreo asimismo bueno apuntó Juan Mora en el toro que abrió plaza -único verdaderamente encastado de la corrida-, lo mismo en su brega con el capote, llevándolo embebido y humillado, como en varias tandas de redondos y naturales. Frente al cuarto, por el contrario, le invadió el fragor; citaba con arrojado alboroto y, al rematar, salía a escape, o se metía en los costillares, convirtiendo en un rebujo la pañosa, que perdió dos veces.
Unos por otros montaron en esta corrida de la expectación inusitada la ficción de la lidia y del arte de torear. Pero quienes se llevaron la fama y los billetes fueron Victorino y El Juli. Y que les quiten lo bailado.
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