Seguros genéticos
La esencia del seguro es la probabilización del riesgo. Sería, pues, chocante que las compañías del ramo pretendieran blindarse tanto ante la contingencia de un daño que clasificasen a sus posibles clientes de acuerdo con meras sospechas de que pudieran correr alguno. La hipótesis puede hacerse realidad de mano de la genética. En el Reino Unido, las aseguradoras van a ser autorizadas por el Gobierno a pedir a sus clientes pruebas específicas para conocer cuál es el grado de riesgo que comportan de heredar enfermedades serias o su proclividad a futuros desórdenes físicos o mentales. Serán voluntarias, pero su rechazo significará un aumento de la prima del seguro a contratar.Asegurar riesgos de acuerdo con pruebas genéticas, todavía alboreando, supondrá establecer una división de origen entre las personas. El seguro tendrá un inequívoco carácter discriminatorio que, naturalmente, se reflejará en su precio. Muchos ciudadanos quedarán relegados o tendrán que pagar más no por los hábitos que voluntariamente han adquirido -y que podrían combatir, como el tabaco o el alcohol-, ni por sus achaques actuales, sino por los que podrían sobrevenirles de acuerdo con su código genético. Es posible que otros no tengan opción alguna de suscribir un seguro si las compañías descubren la huella de una dolencia que se presume incurable en sus genes o en los de su familia. ¿Por qué asegurar un riesgo que ha de pagarse?
Utilizar los genes para fines distintos de los meramente médicos, curativos, puede conducir a un mundo de individuos de diseño. Más que hacer discursos grandilocuentes en contra del advenimiento de una sociedad deshumanizada, sería mejor establecer a tiempo límites rigurosos que prevengan sus manifestaciones más indeseables. Si se hacen seguros de vida o de enfermedad en base a las predicciones genéticas, ¿por qué no echar mano de esta tecnología para delimitar el acceso a determinados trabajos o conceder un préstamo bancario? Es probable que un empleado con genes inmaculados sea más productivo, e incluso que pague mejor su crédito. En última instancia, en una sociedad en la que estas pruebas acaben siendo rutinarias -los aseguradores británicos hablan de cinco años-, los futuros padres tenderán a utilizar sus avances para tener descendientes genéticamente perfectos.
Sin necesidad de aventurarse por derroteros muy cercanos al mundo feliz de Huxley, resulta abusiva la idea de pretender asegurar, obteniendo el correspondiente beneficio, contingencias no ya futuras, sino futuribles; es decir, que podrían producirse, o no, si se diese una condición determinada. Asegurar a partir del rigor estadístico o de dolencias o hábitos de vida es razonable. No lo parece, en cambio, hacerlo a partir de la lectura del acta química de nacimiento.
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