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MISHA MAISKY - VIOLONCHELISTA

"La música es mi religión; Bach, mi Biblia"

Misha Maisky (Riga, Letonia, 1948) habla con fluidez ruso, inglés, italiano, francés y hebreo. Pero, a pesar de esa demostración políglota, dice que la lengua en la que menos le cuesta expresarse es la de la música. "Es el idioma más sofisticado porque empieza donde acaban las palabras", dice. Abraza su violonchelo de 280 años de edad como a un hijo. Junto a él recorre estos días España -Valencia, Madrid, Barcelona, Galicia, Zaragoza- en la primera tanda de los 20 conciertos que va a ofrecer en este año. El músico hoy israelí, pero nacido en la antigua URSS y residente en Bruselas, interpreta las seis Suites para violonchelo de Bach y así conmemora el aniversario del músico más "universal" que existe, según él.Maisky es puro fuego en el escenario. Se resiste a parecer "un pingüino uniformado", dice, como cree que resultan la mayoría de los intérpretes de música clásica. Cuando toca en público, empapa a chorros su melena gris rizosa de león de la Metro, cambia sus modelos del modista japonés Miyake en cada pausa y lleva un amuleto de la suerte, un colgajo de piedra de jade con nueve gemas incrustadas, también centenario. "Tiene 300 años, casi tantos como mi violonchelo, que fue construido en 1720 en Venecia por Domenico Montagniani", cuenta orgulloso, "justo el mismo año en que Bach compuso sus Suites". En la caja de su instrumento lleva bordadas sus dos iniciales: M. M. "Un club selecto, el mismo de Marilyn Monroe, Marcel Marceau, Mickey y Mini Mouse", relata alzando las cejas.

La obra del compositor alemán que estos días pasea Maisky por España con 14 recitales, que ampliará a 20 entre agosto y septiembre, es una de las cumbres del arte universal. Maisky las considera asignatura obligatoria para todo violonchelista. Él las grabó hace 15 años y ha vuelto a hacerlo ahora con su sello, Deutsche Gramophon. "Me he enfrentado a ellas con 15 años más y la impresión que tengo es que ellas, en cambio, tienen ahora 15 años menos". Por eso, quizás, fueron descritas por el catalán Pau Casals como una de las piezas musicales en las que se pueden encontrar todas las emociones humanas. "Si puedo decir que la música es mi religión, entonces las Suites de Bach son para mí la Biblia porque tienen tantas formas de poder ser abordadas como ese libro de ser interpretado; cada vez que las toco descubro un mundo de cosas nuevas", asegura.

Cosas distintas y parecidas a las que escucha en las 35 versiones grabadas de la obra que tiene en su casa. "La mejor y la que más me ha influido, sin duda, es la de Casals", dice. Pero, influencias aparte, estas piezas magistrales requieren la máxima concentración y son, según Maiski, la obra más difícil jamás escrita para su instrumento. "Llevo 40 años tocando las Suites. Empecé con 11, pero la profundidad es tal, que todavía no he encontrado todo lo que se puede sacar de ellas. Exigen máxima atención, energía y un talento especial para conectar con el público".

Eso es algo que a él no le falta. Mucha culpa debe tener su personalidad abierta. Le viene también de experiencias duras, del exilio, la cárcel y campos de trabajo. El precio que tuvo que pagar él por la huida de su hermana a Israel. "Pasé 18 meses en un campo descargando cinco toneladas de cemento al día para construir el comunismo. Y, según creo, lo debí hacer muy bien, porque se desmoronó", cuenta sin perder su sentido del humor. "Pese a todo, no guardo rencor por aquella etapa de mi vida. Aprendí mucho en la antigua URSS. Allí estudié mi carrera en los mejores conservatorios, tuve mi primer amor, una buena infancia".

El hecho de que su violonchelo date de la misma fecha que las Suites no quiere decir que Maisky sea un militante irredento de la llamada corriente auténtica, esa que predica que las interpretaciones tienen que hacerse como en la época en que se compusieron. "No estoy de acuerdo con ese concepto porque no es posible que en el siglo XXI volvamos 300 años atrás; además, todo eso va en contra de alguien como el mismo Bach, que le encantaba la vida, si no hubiera tenido 20 hijos. No era un santo que se dedicaba a escribir fugas 24 horas al día. Va contra su mentalidad, era un adelantado a su tiempo y acercarse a él así es como si le diéramos la vuelta en su propia tumba", dice. Pero teme que sus palabras puedan parecer una falta de respeto. "No estar de acuerdo no significa que no respete lo que hacen músicos como Nikolaus Harnoncourt o Jordi Savall, pero detrás de la mascarada se esconden muchos intérpretes mediocres". Y agrega: "Por otra parte, no estoy en contra de que se investigue bien cómo se interpretaban las piezas en cada época, pero eso es diferente a que se nos imponga que debe hacerse igual, porque también hay muchas interpretaciones y esos estudios, además, nos dicen cómo se tocaban las piezas, pero no cómo querían los compositores que se tocaran". Tampoco cree que ser fiel al tiempo sea crucial para la supervivencia de la música clásica. "Hay obras que si han resistido 300 años pueden aguantar otros 300", dice. Para ello, se muestra decidido a utilizar caminos como Internet. "¿Cómo voy a estar en contra de Internet si está ahí? No puedo rechazarlo. Ya lo he utilizado. Desde Pekín di unas clases a alumnos en Shanghai y me gustó. ¿Quién sabe?, puede que en el futuro dé algún concierto", anuncia.

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