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Venecia expone un deslumbrante viaje por la ciencia y el arte de los dos últimos siglos El Palacio Grassi reúne 400 obras de 158 museos en la muestra temática 'Cosmos'

Esta vez el arte ha servido de soporte para la ciencia. La exposición Cosmos, que esta noche se inaugura oficialmente en el Palacio Grassi, sede cultural de la Fiat de Venecia, intenta mostrar lo que han sido los dos últimos siglos de investigación sobre el cosmos a través de 400 obras, entre las que se encuentran óleos, esculturas, dibujos, grabados, fotografías e instalaciones. Las obras, prestadas por 158 museos públicos y privados, están repartidas en 36 salas del palacio. La exposición permanecerá abierta al público hasta el 27 de julio.

El subtítulo de Cosmos es De Goya a De Chirico, de Friedrich a Kiefer, el arte de descubrir el infinito, un subtítulo suficientemente explícito sobre la muestra organizada por Jean Clair, director del Museo Picasso de París. Clair explicó ayer a los periodistas que esta exposición temática, muy diferente a las que suele organizar el Palacio Grassi, tiene su origen en las exposiciones dedicadas también al cosmos en Montreal y en Barcelona, pero precisó que en Venecia se ha producido un sustancial enriquecimiento por las obras de arte añadidas. Jean Clair explicó que esta exposición contiene varias propuestas visuales y de contenido. Para él, la más importante arranca del hecho de que el tercer milenio va a ofrecer la posibilidad de poder hacer nuevas conquistas fuera de la Tierra. Otra vez se podrá volver a soñar con el infinito, con la posibilidad de descubrir nuevos lugares.

El ideal ilustrado

El comisario recordó que también este año se celebra el bicentenario de la expedición que Humboldt realizó a América del Sur y que se puede considerar que es el culmen del ideal ilustrado. Clair contó que esta exposición es sobre todo un homenaje a Leopardi y a todos aquellos pintores, filósofos y poetas que han buscado en su obra el infinito y que desde la Ilustración hasta ahora han sabido alimentar nuestro imaginario con el producto de su creación. Otra importante propuesta de la exposición es que la reflexión estética es la que ha llevado a la sensibilidad moderna desde la concepción clásica de lo que se ha considerado la belleza con mayúsculas al sentido del horror con el descubrimiento del mundo tecnológico.

La exposición está estructurada en siete grandes apartados. La primera lleva por título Naturaleza y cosmos. Aquí están piezas destinadas a ilustrar sobre lo sublime: obras de Friedrich, Turner o Carus. Este apartado presta especial atención a la atmósfera romántica con una obra especialmente singular: El globo aerostático, de Francisco de Goya.

La segunda sesión de la muestra lleva por título La tierra prometida. Este apartado está copado por los grandes paisajistas americanos, que, frente a la decadencia europea, exhiben una naturaleza capaz de emocionar al hombre. Sigue después la parte titulada El viaje a los polos, donde se incluyen obras de exploradores, fotógrafos y pintores que quedaron subyugados por el mito del Gran Norte. Después la exposición entra en el tema Más allá de la Tierra: la Luna, donde se incluyen primeras ediciones de obras de Julio Verne, testimonios y documentos de astronautas cedidos por la NASA, donde se hace referencia a las aventuras realizadas a lo largo de numerosos años desde la Tierra hacia la Luna. Pinturas de Paul Delvaux y Robert Rauschenberg junto al espectacular catalejo de Galileo Galilei, realizado con madera, piel y cristal. También aquí se encuentran piezas que recuerdan los logros alcanzados por la ex Unión Soviética en sus exploraciones espaciales. Las obras de los artistas simbolistas y futuristas están incluidas también en este apartado y en ellas se puede apreciar el mito que para ellos supuso la ciudad soñada. Son pinturas en las que las formas convencionales desaparecen y dan paso a la abstracción.

En Cosmogonías se incluyen obras de Lucio Fontana, Yves Klein y Barnett Newman, y ya por último en la parte titulada Hacia el infinito: celestografías contemporáneas, el visitante recorre unas espectaculares instalaciones antes de pasar a la terraza del segundo piso del palacio, desde donde se puede ver el cielo a través del cristal. Allí el visitante entiende por fin que el infinito ya no es un problema de medidas, sino de sensibilidad.

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