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El encuentro de Edith Tzirer con el cura polaco que le salvó la vida

El Papa estrechó ayer la mano de media docena de supervivientes de los campos de concentración nazis, invitados especiales a la ceremonia que se celebró en el Memorial de Yad Vashem. Entre ellos, una mujer polaca, Edith Tzirer, no pudo contener las lágrimas cuando su compatriota Wojtyla se acercó a ella para saludarla. Las lágrimas de Tzirer reflejaban una historia tormentosa que se inició para esta mujer polaca, nacida en 1931 en Katowice -una localidad muy cercana al pueblo natal del Papa, Wadovice-, cuando a los 11 años de edad se quedó sola en el mundo tras la invasión alemana de Polonia. La pequeña vagó durante un tiempo entre Cracovia y Leopoldi hasta que fue detenida por los nazis y deportada con el resto de los judíos locales y numerosos polacos católicos. Edith Tzirer sobrevivió a las duras condiciones de vida del campo de concentración de Skarzysko-Kamienna, pero su salud quedó minada por una grave tuberculosis. Cuando en 1945 las puertas de Kamienna se abrieron, la pequeña Edith se encontraba sin fuerzas. Fue entonces cuando un joven sacerdote polaco, Karol Wojtyla, le prestó ayuda. Le dio de comer y la llevó a cuestas hasta Cracovia, donde la pequeña fue ingresada en un orfanato. A partir de ahí, sus vidas se separaron, tomando caminos bien opuestos. Edith pudo ser trasladada a Francia, donde fue ingresada en un sanatorio y logró superar la tuberculosis. En 1951, como miles de judíos europeos, Tzirer se embarcó rumbo a Israel. Entretanto, el joven sacerdote Wojtyla había desarrollado una fulgurante carrera religiosa, siendo nombrado cardenal de Cracovia por el papa Pablo VI y poco después, siendo elegido Papa a su vez, con el nombre de Juan Pablo II.

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