Libérrimo y novedoso Ciclo de grandes intérpretes Ivo Pogorelich (piano). Obras de Chopin. Auditorio Nacional. Madrid, 21 de marzo.
Nada más aparecer en el escenario, con su andar renqueante y su aspecto cansino, Ivo Pogorelich es fiel al personaje que ha construido de sí mismo. Se recrea en airear su peculiar idiosincrasia, en acentuar la diferencia. Al contrario que otros genios de la interpretación, a Pogorelich le gusta hacerse notar y dejar las cosas en su sitio: el artista, a un lado; el público, a otro.El pasado martes se celebraba un aniversario más del nacimiento de Bach, tan recordado este año, y el yugoslavo ofreció un programa monográfico de uno de los compositores que más lo han admirado: Chopin. Para definir el enfoque adoptado por Pogorelich en su recital no hay más remedio que acudir a un superlativo: libérrimo.
El pianista recreó las partituras con criterios más que discutibles. Con tempi en general lentísimos, con un protagonismo muchas veces inexplicable de la mano izquierda, con un uso obsesivo del pedal, con calderones inacabables al final de cada pieza o movimiento, con bruscas erupciones dinámicas.
Su Chopin es, en consecuencia, decididamente novedoso, con apuntes ocasionales de modernidad que la música no siempre rechaza, pero que suelen echar en falta un contexto lógico que explique su presencia.
En las grandes formas, la tendencia al puntillismo y al ensimismamiento del yugoslavo dificulta la percepción de la estructura, que se pierde en medio de sus arranques de genio. Técnicamente, Pogorelich consigue cosas admirables, únicas: es, sin duda, uno de los grandes. Pero, hierático ante el teclado, su pianismo parece de poco desgaste emocional. Algo que, en Chopin, acaba pasando factura y que el público percibe como un distanciamiento turbador.
Babelia
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